Metamorfosis

Créeme, que te digo que yo lo he visto, que ha pasado, que a veces ocurre que la mariposa, cuando descubre lo que es volar, su voluntad de repente se marchita, encoge las alas, aterriza en la tierra, que nunca fue tan húmeda, hunde sus patitas en el barro, y siéndole imposible caminar, vuelve a rastras a su crisálida, se lamenta por lo que no volverá a sentir, se ahoga en su interior y apaga la luz.

...

En ciertas ocasiones me doy cuenta de lo peligroso que es escribir sobre todo lo que de repente cruza mi mente y, solo a veces, mi corazón. Me doy cuenta de que aquellas cosas que me atraviesan, que me recorren de pies a cabeza, no siempre existen; sino que suelen ser producto de algo ficticio, de algo que ni siquiera he logrado sentir alguna vez. Y entonces, cuando me encuentro con estas palabras, con este conjunto de caracteres que no significan nada para nadie, y quizá no lo suficiente para mí, no puedo evitar sentirme extraño. No puedo evitar que algo dentro de mí chirríe, como si estuviera compuesto por piezas que hicieran un pésimo contacto.
Y dejo de escribir.
O incluso de hablar.
O incluso de existir.