Ni introducción, ni nudo y aún menos desenlace.


Últimamente no dejo terminar las canciones, empiezo a aborrecer los finales (aunque siempre me han gustado). Y me refiero a todo tipo de finales; la última vez que miras la hora antes de quedarte dormido,  dos besos en la mejilla, los créditos de las películas, el timbre a las 14:55 de un lunes, el último mordisco a una tableta de chocolate y un pequeño sorbito a los grumos del Cola-Cao que se quedan pegados a la taza. 

Han terminado tantas cosas que ya no disfruto algunas como antes, casi que sólo me concentro en que tarde o temprano acabarán. 
Siempre había considerado los finales la mejor parte; como cuando en primavera meriendas fresas e intentas no tomar mucha nata, para luego comerte toda la que queda seguida (al menos yo lo hago). Es como una ley no escrita: "Lo mejor para el final". Aunque ahora estoy intentando cambiar las normas.

¿No os gusta cuando escucháis tantas veces seguidas una misma canción que pierde el sentido? Cuando  no sabes quién la canta, ni lo qué dice, ni si va por el primer minuto o si te ha hecho llorar; cuando sólo la sientes. Creo que así deberían de ser los finales: indefinidos, borrosos. No tendría que existir una línea tan perceptible entre un desenlace y el próximo inicio. Como respirar, sin distinguir la inspiración de la espiración. Sin saber si estas últimas palabras significan un nuevo comienzo.

Cejillas

Creo que lo que más odio en el mundo son las cejillas.



Son incómodas y hacen que te duelan los dedos. 
¡Son difíciles! Y además... Eh... No me gustan, ¿vale? Pero si tocas la guitarra tarde o temprano aprendes a hacerlas. Como muchas otras cosas que en el pasado resultaban imposibles y hoy no son más que un reflejo innato, como respirar. Y... creo que eso es bonito.

Una historia de una alfalfa

Gracias a mi nuevo aparatico de Búsqueda (en la columnita de la derecha, básicamente porque no hay otra) me he dado cuenta de que nunca he usado palabras como 'feo', 'alfalfa', 'brócoli' o 'maraca' y creo que tengo que subsanar ese olvido. Y ya está, solo vengo aquí por eso.
Ale, ahí os quedáis (o no).


28/09/13 - Siento comunicar a mis lectores que ya no hay gadget de búsqueda. Pero fue bonito mientras duró.

Blackbird

El día (o más bien la noche) que sueñas con una persona por primera vez la densidad del viento cambia. Se siente aún más ligero, más liviano. Sólo notas como un soplo cálido te acaricia las mejillas.
Se podría decir que, a partir de ese sueño, algo pequeño (aunque no se puede medir con un metro) sube como un pájaro en pleno despegue (o aterriza en picado). Supongo que depende del pájaro y del tamaño de sus alas. O tal vez lo que importe sean sus ganas de volar. Quizá sea un águila que planee a centenares de metros sobre la tierra o un mirlo a ras de suelo que bata las pequeñas y oscuras alas despacio, muy despacio. 
Pero, ¿sabes qué? A pesar de su oscuridad y fragilidad, de la ligera brisa que causa su vuelo... el canto del mirlo es de los más bonitos del mundo.






Y a mí nunca me ha dado miedo ir despacio, muy despacio..

Tú también querías que pasara el tiempo

Tengo prisa, tanta que ni me paro a mirarte esta vez. Ni siquiera a lanzarte uno de esos besos de los que congelan. Tengo prisa porque pasen las estaciones y ni te enteres. Me comeré las uvas, pasaré de ti en San Valentín y saltaré hacia el verano en un mismo día.
Quiero que termine este año, para poder darme la vuelta y reírme de mis dos aciertos y mil errores; para poder comparar los minutos que antes pensaba en ti y los que pienso ahora en acordes
No puedo esperar a ver todo lo que habré aprendido el próximo septiembre. Tengo dudas, tengo vértigo. Podría tenerlo todo en una primavera; o tal vez no.
Voy a doscientos cuarenta kilómetros por hora en un camino de una sola dirección; sin tráfico; ni radares. 
Espero no perderme, antes tu ausencia me volvía torpe.


Tengo prisa, tanta que ni me paro a quererte esta vez.


Pequeña sonrisa de Amélie

El calor; o en este caso el frío (del que no son culpables las estaciones). Cuando sientes las teclas de un piano o los acordes de una guitarra sobre tus dedos. El tacto de una lágrima y un beso. Tomarte un café a las cuatro de la mañana o relamer unos labios llenos de chocolate (tuyos o míos). Una canción que nunca has escuchado y las palabras que olvidaste decir. Oler el perfume caro de algún que otro desconocido o simplemente un paseo en coche. 
Especialmente, lo que grabamos con tinta indeleble en la piel son las sensaciones; lo que nos deja huella. Como la última página de un libro o el color rojo en Amélie
Una vez más, voy a dejarme llevar por ella, quién me enseñó realmente lo que son las sensaciones y su atractivo, al olor de la tierra mojada; al tacto de los granos de café; a los juegos de niños; al sabor de las fresas y quién sabe si al placer de conocerte.
Porque aunque solo sea una de mis sensaciones...
                     Me tienes ganada.

Un paraguas amarillo

Desde hace tiempo sueño con una tormenta que resfríe a media ciudad, donde entre todos esos oscuros paraguas encuentre el tuyo y me cubra hasta el último de mis temblorosos huesos; que al segundo me funda con tu piel, casi escarchada. 
Y me miras; no a mi pelo mojado, ni a mis labios violetas; me miras a mí. Ves lo que yo siempre intenté proteger, precisamente, de alguien como tú. 


Eso es lo bonito del tiempo, ¿verdad?
Que nos traiciona de la manera más inesperada;
 más incandescenteQue nos cambia;
 nos hace girar a más velocidad que el Sistema Solar
 y deshace nuestras ataduras.

Uno de tus suspiros hace tiritar mis pestañas, que se juntan en un corro para poder vencer a tu voz. Y cuando tus clavículas me ruegan que las muerda, tu paraguas y yo hemos desaparecido. Quizá solo como excusa para verte mañana; y al siguiente; y al otro. O tal vez solo quiero que preguntes por mí.

Te conocí en una de esas mágicas casualidades

Apostaría todos mis recuerdos a que la palabra "casualidad" no son solo diez letras sin sentido. Son mis diez letras sin sentido. De hecho, pienso que cada diminuto detalle puede cambiar tu vida de la forma más inimaginable e inverosímil.


Creo que tenemos que tener fe en las casualidades, 
aunque sea solo un poquito; tienen algo de magia.

No estaría mal confiar en esas estrellas, de la que tanto nos hablan, de vez en cuando. O reírse si es que no existen y buscar otra cosa en la que creer. Porque podemos creer en que ese mundo nuestro, que no para de girar, está de nuestra parte; que los mares son algo más que salitre impregnado en la piel.

Se podría decir que creo en la suerte, o más bien, que sé que la suerte existe.
 Aunque a veces se ausente y nos aferremos en mil y una otras magias.

Puede ser que confíe en más cosas de las que están ahí; pero no está mal soñar despierto, por lo menos, hasta que los rayos de sol se cuelen por las rendijas de un mediodía.

 Y sobre todo, no hay que echar a la rutina de más, ni de menos. 
Ya que cuando menos lo espero, me quieres por casualidad.

Que Pepica nos pille confesados

 "Está un poco bizca" - comentario de anónimo sobre Pepica.
No sé por qué, ha surgido así, pero hoy os voy a hablar de una "persona" que conocí este año: Pepica.
Pepica es esa típica mujer creo de 88 años mentales, atrapada en un cuerpo de 50 (y probablemente lo lleva siendo toda su vida); de esas personas que jurarías que nacieron ya con la menopausia.
Pepica es la típica de las colas del Mercadona; la que te ruega que le dejes pasar primero porque solo lleva unas toallitas hipoalergénicas para que no se le irrite... la sonrisa. Y seguro que es también de las que pagan con moneditas de 5 céntimos. 
La versión joven de Pepica (si es que es posible que la haya) es la católica estereotipada que en Semana Santa te pisa los pies con el carricoche y luego te mira con cara de "Eso es que te ha castigado el señor por no haber visto las 394018439018 procesiones de hoy. Maldito ateo".
Pepica es la típica madre que le prohíbe ver la tele a sus hijos (los típicos hijos que la llevarán a una residencia cuando chochee aún más).
Pepica es de esa gente que si escucha la palabra "pene" se desmaya.
Básicamente, Pepica es la típica "persona" que, por mucho que intentes huir de ella, acaba encontrándote, como si para ella fueras el presentador del programa de Saber Vivir.
Y por eso escribo esa entrada (no por ningún rencor hacia su persona, como que me dijera el otro día que no vocalizaba, qué pedazo de ****), para advertirte. Si tienes a una Pepica en tu vida, la única posibilidad de supervivencia se concentra en seis letras: correr. (Recuerda: tiene los músculos atrofiados de tanto quejarse del ateísmo)


Daltonismo y otras de tus facetas

No sé si depende de la estación, de la semana, de los anuncios de chocolates en televisión, de los calcetines a rayas, de los documentales de La 2, de las millas que mide tu ego o de las pulgadas que ocupas en este órgano bajo mis costillas de cristal. Lo único que sé es que cada día me resulto diferente.
A veces me haces confiar en las constelaciones, otras en cambio, siento que en lo que transcurre un cometa, me hago adicta a los rayos del Sol. Aunque después de un par de pestañeos levanto un muro indestructible, cuando me doy la vuelta lo derribas sin pudor. Si mi tarde no es de color de rosa, me vuelves daltónica. Y al día siguiente has desaparecido de mi mente. 
Espero que no me lo tengas en cuenta, pero es que no sé ni tu nombre.
Y ojalá tampoco te importe, que te llame como quiera.

Tú: 0 - Senectud: 1

Muchos historiadores piensan que todo empieza con la frase "Pasad por aquí, en el mismo orden", también están los de mi quinta, que creen que más bien comienza con la siguiente: "NIIÑAAA, VETE A COMPRARME AL MERCADONA". Sí, estoy segura de que es esa.
Bueno, pues eso más un "Arreando que es gerundio" y ya estás de patitas en la calle, con tu lista de la compra y tres bolsicas en el bolsillo (que es que las mu' japutas cuestan dos céntimos y ese gasto no se lo puede permitir una madre). Aunque los menos afortunados tienen que cargar con un carrito de Dora La Exploradora.
Omitiendo los detalles de cómo llegaste a la puerta (hagamos un corte sutil, como en las pelis coreanas de bajo presupuesto), ya estás en la tienda. Revisas la lista, mientras cantas en tu cabeza "Meeeeeeeeercadona, Meeeeeeeercadona" y suena alguna que otra canción antigua de La Oreja de Van Gogh (que seamos realistas, solo salen en los supermercados, las pobrecicas). Cuando ya te has recorrido los tres mil pasillos y vas cargado de lo que comenzó siendo "tráeme tres barras de pan", hasta "el caldo de pollo Gallina Blanca; sí, el que está al lado del tomate, gilipollas", llegas a la cola. Aunque con la gente que hay ya podría ser la cola del INEM, igualita. 
Mientras llevas como cinco minutos esperando, tres viejas con cara de "Hija, tengo más cosas que tú y puede que te insinúe que tengo prisa o que me duele la pelvis para que me dejes pasar, pero si tú estuvieras detrás de mí con un solo puto paquete de chicles no te colaba, zorra" se han colocado detrás de ti.
Tres gruñidos de vieja después, ocurre el milagro. Una cajera vuelve de tomarse el cafelito de las ocho de la tarde y dice: "Pasad por aquí, en el mismo orden".
Analicemos esa frase detenidamente: "Pasad por aquí, en el mismo orden". No sé por qué, pero algo falla en la oración. O "mismo orden" significa "orden contrario", o las viejecitas no tienen enchufado el sonotone. Ya que, misteriosamente miran a los lados y se encaminan sigilosas hacia la caja, y tú piensas: "mismo orden... Mismo orden... Qué raro."
Entonces ves como la anciana con la pelusa (porque está claro que lo que tiene en la cabeza no es pelo) más cardada, llamémosla Eustaquia, te mira con superioridad. Desafiante.

En ese preciso momento, una lágrima de tus ojos cae junto al peso de la derrota sobre los hombros. Un jubilado se ha marcado un #FuckThePolice.
En ese preciso momento, te replanteas tu vida.




Y yo con estos pelos

Yo soy de las que piensan que las cosas llegan cuando menos te lo esperas. Un día estás comiendo pipas en un banco y de repente...¡¡BAAAAMMMMM!! El verano se acaba, tu mejor amiga se ha enamorado de un apicultor, un militar te habla por Tuenti, te va a visitar un extraterrestre, un panchito te insulta, te conviertes en mecánica y un brócoli te pide salir.
Y lo peor de todo: tu jefe de estudios se llama Pepe Llavero Bailón.

Adiós color

Estoy harta pero no sé de qué. Creo que quizá esté harta de estar harta (que por cierto es una palabra bien fea). Últimamente me invade una sensación muy agobiante, me siento más rara que nunca.
Tal vez es porque me faltan dedos en las manos y en los pies para contar la gente que un día significó algo para mí y ahora no es más que un ceño fruncido. Poco a poco esta ciudad se va empequeñeciendo y me hace pensar: "No, ahí no puedo ir por que quizá esté no sé quién". Y no es justo. Debería ser capaz de ir a donde quisiera, cuando quisiera.
Pero no lo soy. ¿Son los demás quiénes lo destrozan todo o soy yo?
Si mi cabeza fuera una botella de Coca-Cola, al abrirla todos saldríamos volando y, con cada letra que se suma a esta entrada, mi mente se enreda un poco más.
¿A veces no te gustaría que la persona menos pensada apareciera 
y diera a tu mundo un giro de ciento ochenta grados?
Pues yo necesito girar.

¿Por qué te sigo recordando?

¿Qué pasa cuando nuestras palabras no tienen el efecto que queríamos que ejercieran? ¿Qué ocurre cuando la reacción no es la esperada? Nada. Exactamente, nada.
Y entonces, ¿por qué sentimos ese vacío?
Hace poco aprendí que lo importante no es la respuesta a tu pregunta, sino la pregunta en sí. 

¿Por qué sentimos ese vacío? 

Lo relevante no es el porqué, sino el sentir el vacío. ¿Cuál será mi próximo paso? Mientras demos un paso hacia delante, no importa la respuesta.

Ni Batman, ni Superman

¿No te has imaginado nunca que, por ejemplo, tu madre fuese una espía? O quizá aquel desconocido. Tan formal, tan gris, con su maletín a rayas y sus gafas cuadradas. Entra a una cabina de teléfono, se deshace de su traje en cero coma treinta y ocho milésimas de segundo y aparece un superhéroe. O quizá un supervillano.
Ya que lo menciono, ¿por qué se infravalora tanto a los villanos? ¿Por qué pierden siempre en las películas? ¿Eso nos da a entender que lo correcto es ser un héroe? Pues yo creo sinceramente que todos escondemos dentro un villano. Y no de los que solo roban caramelos a los niños, sino de los que son más malos que una picadura de mosquito.
Cada persona tiene su kryptonita y su segunda cara de la moneda. Cada persona podría quererte y al día siguiente romperte el corazón...

Pero bueno, al menos tengo el consuelo de que yo no sufro esa presión de tener que estar buenorra para cumplir mi rol en sociedad.

Oh, wait...

Cosas que no he tenido en cuenta.

Siempre he tenido en cuenta que tarde o temprano todos los caminos se bifurcan, se separan.
Siempre he tenido en cuenta que las personas se alejan unas de otras, sea cual sea el motivo.
Pero creo que hasta el día de hoy no me he percatado de que las separaciones no implican un para siempre, que cuando una persona se va no significa que no vaya a volver. Que a veces solo se necesita respirar aire fresco. A veces hace falta un poco de soledad.
Dime, ¿si vuelves esta vez es para quedarte?

Ok Go

Eh, eh, hola.

Pues hoy me ha dado por ahí, y mientras cursiveo os voy a recomendar que veáis a unos chicos increíbles. Se llaman 'Ok Go' y además de que tienen unas canciones geniales, lo que más llama la atención son sus videoclips. Merece la pena verlos, perros que no vais a darle click.
Aquí están:

(Lo flipante de este es que TODA la música que se escucha está hecha por ellos en ese mismo momento)









Bueno, hay muchísimas más... Ya os las apañáis vosotros.


No más conejos ni chisteras encantadas.

Una historia es solo una historia, puede ser aburrida o puede cambiar tu vida. Todo depende de quien la cuente, y hay personas que sin siquiera inmutarse consiguen añadir un personaje más a su cuento: .
Tienen el don de hacerte creer que tú mismo has vivido ese recuerdo.
Magia, ¿tal vez? 
Entonces no más monedas invisibles, ni palomas en pañuelos, ni ilusiones imposibles.
Si tú haces magia, David Copperfield se muere de celos.

Epitafio de mi inexistente dignidad

15 de Julio de 2012. Domingo. 

(Ni lunes ni sábado: domingo.)


Todos los domingos mi padre nos trae una caja, dentro de ella hay tres pinzas (una por cada hermano): dos amarillas y una verde. Si te toca la verde, friegas los platos. Así de simple y doloroso al mismo tiempo.
Las dos semanas anteriores les había tocado a mis hermanos (he de añadir el dato de que yo siempre he tenido suerte en los juegos de azar. O eso creo), así que tenía que resignarme al hecho de que hoy ni juego, ni mierdas fregaba yo los platos.
Después de comer siempre me tomo un tiempo de relax, para asimilar la ardua tarea que se me aproxima.
Con el decimotercero 'NIÑA, VE A ARREGLAR LA COCINA', me levanté de mi cama a pesar de que mis músculos se resistían; sabían lo que se avecinaba.
Me anudé el delantal arrastrando mis temblorosas e inseguras manos hacia la nuca, a ritmo de la banda sonora del Equipo A. Tragué saliva antes de dar media vuelta para echar un vistazo al fregadero.
Ni mucho ni poco.
Cuando me quedaban tres cacerolas locas y un par de platos, mi padre entró a la cocina. La hora del café.
Mis labios dibujaron una sonrisa inquebrantable mientras mis ojos se posaban en los suyos con un aire de grandeza. Hoy era el día. Durante mis 16 primaveras, cada domingo cuyo turno de arreglar la cocina me pertenecía, en el último momento mi padre había sorbido las últimas gotas de su café y había depositado el vaso sucio en el fregadero. Otro más que limpiar.
La primera vez no me importó, puede que la segunda tampoco. Pero poco a poco, la hora del café se fue convirtiendo en un juego. Y hoy por primera vez la victoria iba a ser mía.
Solo me quedaban una cacerola y un plato cuando mi padre empezó a servirse la fría leche en un vaso que casi me miraba receloso.
Mientras que la cuchara se posaba una y otra vez en el bote de Hacendado, yo ya estaba terminando de secar el fregadero con un paño. Una vez terminé, me escapé de la siniestra cocina, no sin antes lanzar una mirada de autosuficiencia hacia mi padre, que estaba analizando con esos azules y penetrantes ojos cada detalle de esta. Antes de posar mi pie derecho en el pasillo que la comunicaba con el salón, mi padre detuvo mis movimientos alargando su brazo hacia mis hombros.

- No has secado la encimera. - musitó mientras depositaba el ya vacío vaso en el fregadero y abandonaba la sala tras cerrar la puerta. Quedándome atrapada en esas cuatro paredes, que seguro se reían de mi desgracia, restregué la encimera con el paño seco. Dirigí una mirada de rencor hacía el vaso cristalino y me dispuse a fregarlo a la vez que una silenciosa lágrima recorría el Tour de Francia en mi pálida mejilla.


Juraría que tras abandonar la cocina junto a mi inexistente dignidad escuché un:
"Cuando seas padre tus hijos fregarán tu café".

Seamos arquitectos

Imagina que llevas haciendo un puzzle durante toda tu vida. Cada día unes una pieza con otra, pasito a pasito.
Imagina que después de horas y horas, días y días, años y años de dedicación, justo cuando solo faltan dos piezas por juntar, descubres que no encajan.
Tu mundo patas arriba.
Imagínatelo.
¿Serías capaz de deshacer las piezas del puzzle? Pieza por pieza. ¿Serías capaz de deshacer tu vida? Recuerdo por recuerdo.
Tirarlo todo por la borda, al mar salado.
¿O fingirías que encajan a la perfección, para no desperdiciar los años?
O tal vez, ¿crearías otro nuevo mundo, desde los cimientos hasta las azoteas?
¿Podrías? ¿Te volverías a arriesgar?
Pero... ¿Y si es conmigo? ¿Te atreverías si es conmigo?
¿Necesitarías pensarlo dos veces? ¿Improvisarías un nuevo baile?
¿Tirarías tu dolor por la borda si te ayudara a empujarlo?
Dime que lo harías.

Una vida a todo color

Creo que lo que más disfrutamos por encima de todo es abstraernos de la realidad. O al menos, hablo como la persona que soy (o creo ser).
Cada cual de una manera diferente, pero acercándose a la ficción al fin y al cabo.
¿A veces no olvidas detalles de tu vida, o los dejas en un segundo plano? Como el color de tus ojos, tu cantante favorito, el nombre de tu mejor amigo... ¿No te concentras demasiado en una ilusión que por una milésima de segundo te atrapa y aparenta ser cierta?
A mí me pasa a menudo.
Aunque algunas personas consiguen que un recuerdo etéreo y abstracto se vuelva más tangible que la propia realidad. Se encierran en una falsa dimensión. No viven.
¿Por qué llegar a tal extremo?
Soñar con la "realidad" no está prohibido, pero vivir un sueño tampoco.

Player 1: tú.


Existen millones de juegos.

Y aunque no lo creáis, los que más éxito tienen no son los virtuales. Ni tampoco el pilla-pilla. Son los que implican dolor. Y no me refiero al sado ni nada por el estilo. Son el resultado de herir a los demás. Y yo, la verdad, me estoy hartando de estos juegos.

No quiero participar nunca más, quiero ser descalificada por hacer trampas. Sí, por intentar escapar.
Al abrir los ojos por vez primera ya estás en la boca del lobo. Ni siquiera conoces las reglas del juego, pero es tomar tu primer aliento y ya estás dentro.
Inevitable.
Ya se han comido a tu primer peón.
Conforme vas avanzando, vas comprendiendo las instrucciones. Estás enganchado.
Herir es tan fácil. No importa si es un alfil o el mismísimo rey.
Lo que fue un juego de niños pasa a la fase final, en el último escenario junto al más fuerte enemigo.
Pero a fin de cuentas, esto es la vida real. Si desapareces no parpadeas dos veces y comienzas de nuevo. Ni tampoco todo el dolor dado y recibido se elimina al pasar los minutos.
Cada acto, cada palabra y cada momento de tu vida es irreemplazable. No puedes apagar la partida y cargarla por donde guardaste la última vez. No tienes unos comandos fijos que seguir, tú decides el final.
Estos juegos de falsedad e hipocresía se adueñan poco a poco de todo aquel que no es capaz de pulsar el botón de salir. Supongo que se queda atrapado en una red de mentiras que él mismo ha tejido.
Y ahora mismo me pregunto si he sido capaz de abandonar la partida o estoy inmersa en medio de una batalla que yo misma desconozco. Me pregunto si será necesario un jaque mate o servirá con quedarnos en tablas.
De todas formas, un GAME OVER no me asusta. Si es necesario, cambiaré las reglas del juego.



Rima asonante

Me pasaría las siete vidas que tiene un gato y todavía no terminaría de descifrar el completo significado de mis pensamientos.
Inmersa en un mundo verde de colinas naranjas y árboles cuyas copas nunca acaban. Impregnada del olor de tu camisa de cuadros y botones grises. Y de fondo la melodía de mil voces acompasadas por mil piratas y un violinista.
Puede que también un holograma del más intrépido rompeolas colisionando con la espuma de mar, en pantalla plana.
Un dulce salado.
Donde el viento tuviera forma de versos con rima asonante, que agitaran mi cabello en ondas de todos los diferentes colores. Que el molinillo verde junto a mi ventana nunca dejara de girar.
Donde Lucy te mire desde el cielo llena de diamantes.
No más fotos en blanco y negro.
O quizá no serían necesarias ninguna de estas cosas.
Quizá lo dejo todo por un café con sal.

Silencio

¿No os habéis preguntado alguna vez de dónde salen esas personas incapaces de vivir una situación incómoda, esas personas que además de hablar con todo el mundo saben sacarte siempre las palabras?
¿Cómo lo hacen? ¿Cómo pueden derrumbar un castillo forjado del más resistente silencio con un simple soplido? ¿Cómo derrotan a la timidez en tan solo una ronda?
Y también, ¿qué daño nos ha hecho el silencio? ¿Por qué luchamos contra él desde el primer asalto?
No siempre el silencio es un sonido aterrador.
Es algo que tienes que decidir tú.

Os vigilo de cerca

¿Por qué los cables se cruzan y no hacen otra cosa más productiva? Como por ejemplo... ¡la conga!
Todos seríamos más felices si los cables se pusieran a hacer bailecitos sureños y repartir guirnaldas de flores a viejos con la piel más oscura que sus propias muelas.
Si yo fuera vosotros no iría de tan chulito por la vida. Payasos.
Dais pena.


PD: No dejéis que se os crucen los cables, contribuis con su malévolo plan de exterminar las galletas Lulú.

También se les llama soláticos y estrelláticos

El tres es número par.

Al menos eso dicen los lunáticosyo les hago caso. ¿Cómo podría llevarme la contraria a mi misma?
El  tres es un número con color propio y forma única. Guarda en su interior miles de locuras, cada una de un tono y brillo diferente; cada una destaca por la cantidad de risas.
Yo me fío más de los lunáticos, hacen de un número impar un par. Quizá se ganen el desacuerdo de los matemáticos (pero eso es lo de menos en un mundo de lunáticos)

¿Y sabéis porque me gusta tanto el número tres ? Porque nosotras lo somos. Y seguro que un futuro dejaremos de serlo. Quizá seremos cuatro, cinco o seis. Quizá cero. Pero algún día fuimos tres y nunca podré olvidarlo.

Somos un número par rodeado de impares.

Y no me iré

Estás tú tan tranquilo en Twitter, o en Youtube o donde sea, y de repente te encuentras un link de una canción. La curiosidad te puede y lo pinchas. ¿Y qué pasa después?
Sencillo: piensas que es lo mejor que has podido hacer en todo el día.
Encuentras una canción perfecta. Perfecta en todos los sentidos.
Te estremeces con escucharla y se la enseñas a las personas más importantes para ti, simplemente para compartir tus sentimientos.


Tears stream down on your face
When you lose something you cannot replace...
Could it be worse?

Cada acorde de Fix you me recuerda al olor a pintauñas, a las galletas de chocolate, a las películas que nos quedan por ver y a las lágrimas que no se derramaron hoy para quedarse dentro un rato más.

Pero, ¿sabéis qué?








Estoy aquí.





Aquí, justo aquí.




And I will try to fix you...

Era más fácil en la película

Hoy creo que empezaré con un verbo sencillo, aunque un poco toca-huevines. Rendirse. 
¿Qué es 'rendirse' y por qué la gente lo hace?
Rendirse, según la  RAE: "tener que admitir o aceptar algo"
A decir verdad, yo no estoy del todo de acuerdo. Aunque, como es normal, pensaréis: "¿y qué derecho tiene una simple rana bailarina de cuestionar a la RAE?" Pues veréis, no tengo ninguno. Pero como es mi blog, tendréis que apechugar.
Para mí rendirse es caer en lo más profundo del foso, donde se acumula todo el dolor. Me lo imagino como las celdas de Saw, pero un poco menos gore. Eso sí, la roña es la misma. Que ya podían pasarse a limpiar, los muy cerdos. A lo tonto, a lo tonto se acaban llenando las paredes de fluidos de beliebers y ya veréis luego pa' quitarlo. Bueno, continúo. Un poco antes de caer en ese foso, surgen situaciones complicadas y exasperantes, que te hacen vacilar. Y una vez llega el momento, tienes que decidir que es lo mejor para ti o para los demás: renunciar o pelear. (A lo Matrix, pastilla azul o pastilla roja)
Si eliges la primera opción llegarán momentos de melancolía, paz o alivio. Supongo que depende de la situación. Pero tarde o temprano, surgirán nuevas situaciones en las que tendrás que volver al punto inicial, y decidirás de nuevo si tirar la toalla o seguir.
Yo creo que soy de las personas que no se rinden, o al menos no fácilmente. O por lo menos, eso es lo que era hace un tiempo, porque cada vez me doy más cuenta de que casi todo está perdiendo su importancia, de que a medida que pasan los días todo me da más igual.
Ahora me encuentro frente a un señor de gafas oscuras que me muestra sus manos. En la derecha tiene una pastilla roja y en la izquierda una azul. Bueno, y en la tercera mano un preservativo de fresa, me ha guiñado un ojo y creo que se me está insinuando.
Se acerca el momento de decidir.
Me pregunto qué haré.
Me pregunto en qué estoy pensando.
¿Roja o azul?



Fruto del aburrimiento


Después de muchos años en intensivo estudio tocándome lo que se conoce como las partes bajas, me ha saltado una pregunta a la mente no literalmente, dudo que las preguntas salten: ¿Cuál es ese 'fruto del aburrimiento' y por qué todo el mundo lo menciona?
En serio, tengo curiosidad. ¿Será una guayaba?

Frutos del aburrimiento de fiesta.


Los pobres son tan aburridos que no se pueden permitir usar exclamaciones.
Aquí va una lista de cosas producidas por fruto del aburrimiento:
- Esta entrada.
- Tumblr
- Esos perros que mueven la cabeza y se colocan en los coches
- Esas hawaianas que mueven la cabeza y se colocan en los coches
- Esos dados que no mueven la cabeza porque no tienen, si no, lo harían y se colocan en los coches
- Las guayabas
- Las cestas de frutas de frutos del aburrimiento
- Twitter
- Este blog
- Los hipsters
- Los últimos 8394364923748 pokémons
- Las flores de plástico
- Vosotros leyendo esto



Un regalo que puede que no valga nada


Creo que todos pensamos que la inocencia es algo que cuando se pierde, no vuelve. Cuando desaparece, se dice que la venda que teníamos sobre los ojos se va con ella. La confianza vuela, pero no como un pájaro, más bien como una granada lanzada por un militar en plena guerra civil. Y cuando cae al suelo, explota. Corrompiendo miles de recuerdos que creíamos que perdurarían para siempre intactos. Pensamos: ¿Y si esta no es la primera vez que me engañan? ¿Y si aquel abrazo escondía un mal acto? O... ¿y si lo escondían todos?
En cambio, también creo que estamos un poco equivocados. Que hay personas que, sin ni siquiera creerse lo suficientemente especiales, te la devuelven. En un paquete rojo, con lazo y purpurina incluidos. Quizá solo hace falta un abrazo en el momento indicado, o puede que un beso.
Se dice que una persona inocente cuando es herida, piensa que lo más probable es que haya sido por error, un simple descuido. Pero, no siempre eso es cierto, de hecho, solo algunas veces.
Por todo eso pienso que ser demasiado inocente es más que pernicioso, pero no tener ni un atisbo de ingenuidad es mil veces más perjudicial. Y, entonces... ¿Por qué no un término medio? Ni cegar, ni ser cegado. Sencillamente, ver. Ver la vida como es.
Aunque, amo el optimismo, un poco de objetividad tampoco está mal. Optimismo, objetividad y pesimismo en su justa medida; sería increíble poder repartirlo entre aquellas personas que se quedan cortas y esas otras sobrantes.
Y, por eso, si crees que lo necesitas, te regalo un poco de mi optimismo. Si lo quieres, para ti.

Las hormigas guerreras que un día lo conquistarán todo

Hay momentos en los que todos nos sentimos como hormigas, minúsculos. Sentimos que hasta la más diminuta piedra puede con nosotros y nos aplasta. Tenemos colgado en la frente un cartel que dice: Insignificante. Ese cartel es casi imperceptible para unos y para otros brilla como luces de neón. ¿Y qué haces cuando notas como otros se colocan su propio letrero, como se hunden en una mediocridad que no poseen? 
A veces quisieras decirles lo grandes que son. Que los rascacielos sentirían envidia y que si es verdad que son hormigas, son de las guerreras. Claro, aunque sería un poquito raro que hubiesen sufrido tal mutación genética como para ser hormigas más grandes que rascacielos y con capacidad de habla. Me callo. Sería genial poder decir todo esto, ayudar con unas cuantas palabras que no salen de tu boca por timidez. Sería genial ayudar, de vez en cuando. Y también sería genial escribirlo.
Puede que algún día me convierta en una hormiga guerrera, de esas que no se rinden. De esas, que ante los problemas, por colosales que sean, se dedican a correr a las tantas de la madrugada, a gritar a alguien que no escucha y a llorar y reír a la vez.

Cubitos de hielo

Qué frío hace en la clase de Latín. Es lo primero que he pensado al entrar en clase, me he sentado en el primer sitio que he pillado, no me importaba, sabía que no iba a hablar con nadie. No me considero antisocial ni nada por el estilo, simplemente me encontraba en uno de esos momentos en los que no te importa expresar tu indiferencia hacia ciertas personas. Se me habían olvidado demasiadas cosas. Se me había olvidado la rutina, los bolis que se caen, los estuches que vuelan, las cartulinas de colores y los libros que pesan toneladas. Y, creo que se me habían olvidado porque cuando estás mucho tiempo con otras personas te absorben, consiguen quitar importancia a todo lo demás. Eclipsan todo a su alrededor, con su ausencia. Me pregunto si algún día podré llegar a ser como un eclipse solar para alguien.
Sigo pensando que es curioso. Qué frío hace en la clase de Latín. Era como encontrarse en medio de un iglú, o dentro de un manantial helado. Todo como un témpano de hielo.
Cuando ciertas personas se van se llevan todo su calor con ellas. Son como un radiador andante, de combustible infinito.
Creo que nunca ha hecho tanto frío en la clase de Latín.

Si sonríes te ganas un cielo a mi lado

Hoy os voy a hablar un poco sobre mí, no tengo ningún motivo aparente. Simplemente, pienso que al escribir te das cuenta de cosas que incluso tú desconocías de ti mismo.
Siempre me ha gustado la idea de que alguien me describa, con pelos y señales. De que cuando alguien le pregunte: ¿Cómo es esa tal Celia? responda con cientos de historias, con otro tanto de defectos, y espero, con unas pocas más virtudes. Que señale manías que ni siquiera yo percibo y que se sepa de memoria todas y cada una de mis caras.
Pero, si nunca he dicho ciertas cosas de mi misma, ¿cómo alguien las va a conocer?
Os podría contar que de pequeña me daban miedo las escaleras, que subía un peldaño con el pie derecho y me quedaba indecisa sobre si hacer lo mismo con el izquierdo. Luego me daba la vuelta y retrocedía, me reía y lo volvía a intentar. Pero, si ahora soy capaz de subir las escaleras sin ningún pavor, eso significa que alguna vez sacaría el valor suficiente para subir el pie izquierdo y que poco a poco, por pequeños que sean, superamos nuestros miedos.
Me gusta recordar esas historias.
Una vez alguien me dijo una frase. Sé que es lo que se suele decir. ¿¡Oh, una simple frase puede cambiarte!? Pues sí. Estoy absolutamente segura de que sí. "Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque no sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa". Es así de simple. Una frase de un tal Gabriel.
Al nacer te enseñan muchos principios, vas aprendiendo paso a paso. Supongo que me educaron así, con un no menosprecies la vida. Y sé que a veces puede parecer una excusa muy tonta pero, ¿acaso el mundo no está repleto de tonterías? Sonreír no está mal como primer paso.
Aunque quizá tenga que esforzarme un poco más, porque tal vez esa persona que un día conocerá cada centímetro de mí no esté tan lejos.

No dejes de brillar

La Luna. ¿Por qué nos enamoramos de la Luna? ¿Qué tiene de especial? Quizá sea su luz, que nos ilumina en nuestros momentos más aciagos. Pero, tiene algo más. Tienen un imán, un misterio que nadie conoce. Hasta la marea se rinde ante ella. La Luna nos enamora, nos encandila. ¿Por qué si no Beethoven le compuso una sonata? ¿Por qué Julio Verne escribió un viaje a su alrededor? ¿Por qué el hombre la pisó? ¿Y por qué yo misma, por qué elevo la vista hacia el cielo cada noche? ¿Por qué me subo a mi azotea en cada eclipse lunar?
Tal vez, envidiemos a la Luna. La envidiamos con todo nuestro ser. Aunque, no nos paramos a pensar, que ella puede que también nos tenga celos. A fin de cuentas, la Luna está sola. ¿Cuántos años tendrá ya? Como unos 4.500 millones. Probablemente esté cansada de brillar, esté harta de no poder llorar. Una a una, las estrellas a su alrededor desaparecen, se vuelven polvo. ¿Pero ella? Ella permanece ahí, cada día. Da vueltas y más vueltas, se retuerce.
Ser la Luna debe de ser duro. Y creo que por eso yo la miro, cada noche. Para que tenga en cuenta, que no está tan sola. Que no es un simple satélite. Para que nunca caiga en el olvido que estoy enamorada de la Luna.

And when I touch you I feel happy inside

La música, sin duda, está en todas partes. Está en las situaciones divertidas, en las tardes de soledad en tu habitación, al irte a dormir y en tu propia cabeza. Cuando ni tú mismo sabes lo que pasa por tu mente, cuando tu corazón dice 'ya basta'.
A veces, solo necesitas dos minutos y veintisiete segundos para que todo vuelva a la normalidad, o más bien a tu normalidad. Correr, a ritmo de una canción. Huir, sea donde sea. Y en el estribillo, gritar con todas tus fuerzas, y saltar. Saltar para rozar las estrellas, para que te tiemblen las rodillas. Y luego, caer. Por voluntad propia, tumbarte en el suelo, aunque esté sucio. No importa, en ese segundo nada importa. Y luego, reírte de tu estupidez, de ser tan niña. De ser tan feliz, pase lo que pase. ¿Y sabéis por qué? Porque al volver la vista, a tu lado, hay una persona que coge tu mano. Y no la suelta, jamás.
Ahora cada vez que escuches esa canción, sonríes y te miras las manos.
I want to hold your hand... forever.

Y vivieron felices y comieron lechuga, ya que eran vegetarianos

Siempre, cuando termino un libro me quedo unos minutos en shock. Siempre. Reflexiono sobre cada palabra, frase y capítulo. Y sobre todo, sobre el final.
El final. Podrá tener 6438746724637846238 páginas perfectas un libro, pero si no me gusta el final, me habrá decepcionado de la manera más desastrosa y horrible.
La última frase. Un buen final necesita la frase idónea. La frase que me haga formular una sonrisa, que me quede con ganas de más, de respirar más palabras. Que me haga llorar, reír, saltar... pero sobre todo, soñar. Cuanto más tiempo dure el shock, cuanto más tiempo me quede tumbada en la cama, con los ojos cerrados o mirando al techo, cuanto más tiempo me dure la sonrisa de oreja a oreja, más anhelo me habrá provocado. Más anhelo de no despertar del sueño. Del sueño que es leer.
Toda historia se merece un final idóneo, ya sea ficticia o real. Ya sea la historia de Los cinco minutos que tardaste en comprar el pan, o El amor de tu vida. Tampoco soy una ingenua, bueno en realidad sí. Digamos que sólo cuando me apetece. Sé que todas las historias no tienen un final feliz. Que no siempre se comen perdices, pero... Entonces, ¿para qué existe la imaginación?
Siempre, cuando termino un libro, un libro que no tiene ese final que me es propio, que para mí es el correcto, sigo soñando. Siempre. Me invento mil y un desenlaces.
En verdad, eso lo hace aún más divertido, más inocente. Pero, de todas formas, es más bonito cuando está escrito con palabras, cuando no sufres ese minuto de decepción. Cuando lees la última frase, cierras el libro de par en par, cierras los ojos y piensas: ni yo mismo, podría haberme imaginado un final mejor.
Ahora, cierro los ojos y sueño con uno de los mejores finales que no me he podido imaginar. Con un 'Marina, te llevaste todas las respuestas contigo'.

Creo que empiezo a entender

¿Si pudieras viajar a Oz, qué deseo pedirías?
Yo no quiero ningún corazón, ni ser más valiente, ni tampoco un nuevo cerebro.
Yo quiero... No sé lo que quiero. Quizá, si tuviera unos zapatos rojos y pudiera taconear tres veces... Tack. Tack. Tack. No, no puedo desear saber lo que quiero. Parece ser que la única solución es esperar a que Dorothy me lleve por el camino de baldosas amarillas. Esperar.
Esperar es lo peor que puede existir. No saber la dirección. ¿Derecha o izquierda? No saber qué vendrá después. ¿Una tormenta que me lleve a Oz o un hombre de hojalata que chirríe?
Por mucho que lo necesite no obtengo mi respuesta. No me vale con un 'espera'. Quiero saber. ¿Me quedo de brazos cruzados o me arriesgo a perder?
Tengo que afrontar que no estoy. No estoy en ningún sitio. Ni lejos, ni cerca. Sin día o noche. Por lo menos, si lo estoy, no soy consciente de ello. Y es que este limbo me está casi matando. Y digo casi porque si hay algo seguro es que nada dura para siempre. Esperar tampoco lo hará. Un día está pausa cesará y volveré a la vida. Sí...

 Eh, un momento. ¿Son esos los zapatos rojos?

Días de campo

Ahora que lo pienso, no sabéis nada casi nada de mí. Hola, me llamo Celia, tengo casi dieciséis quince años, vivo en una ciudad de mierda Linares y soy alcohólica.
Bueno, solo era una pequeña introducción, ahora voy a lo esencial. Supongo que todos habréis ido alguna vez de campo: Amigos, hierba, calor, bichos asquerosos, bocadillos, hierba, cansancio, hierba, olor a mierda, hierba, mochilas y más hierba. Sí, eso es lo más básico. Creo que todos vais cogiendo la idea.
Sedme según Google Chrome no existe sedme sinceros, ¿alguno de vosotros sabe por qué cujune' todo Dios te saluda cuando estás en el campo? ¿Existe una ley no escrita acaso? Por esa regla de tres... ¡¿me agregarán a Tuenti?! Mmm... viejitos.
Ahora, seriedad... Yo no firmé ningún contrato la primera vez que me fui de campo, o al menos eso creo... ¿Me habrían drogado?
Y otra cosa, ¿cómo que los canis saben ir en bici? Pensé que no disponían de tanta capacidad mental como habréis comprobado no ha hecho falta ni tacharlo, es algo que todos pensamos.
Lo mejor de todo es que, a veces, te encuentras con gente que hace que la hierba sea lo más bonito del mundo.
Bueno, os dejo con la última foto que he sacado en el campo:

Preciosa, ¿verdad? 

PD: Según Google Chrome, 'Google Chrome' no existe nadatienesentido.

Y son para mí

Dicen que antes de dormir lo último en lo que piensas es en lo que más te importa, lo que más te ha marcado en todo el día.
Ayer comprobé que es cierto.
Pensé en las mejores amigas de la galaxia.

Es cosa de gustos

Mucha gente se empeña en decir que hay varios tipos de personas: soñadores, egoístas, amables, saltadores de pértiga olímpicos, twitteros... Yo, tras muchos años de rascarme el ombligo pensar, he deducido que sólo hay tres tipos de personas: los que les cae bien Arturo Valls, los que no y por último, los que no saben quién es.
Quizá ahora estarás pensando ¿quién cojones es Arturo Valls? y creas que perteneces a la última lista. Caiga Quien Caiga, Camera Café, Ahora caigo... ¿Te suena? Si eres Arturo Valls probablemente estés pensando uno de tus estúpidos ingeniosos chistes: Aaanda, ahora caigo. Un Me gusta si no has pensado ese chiste, a lo youtube
Como habréis podido deducir pertenezco al segundo grupo gracias mamá por haberme criado bien. No, en serio, no tengo nada contra los que les cae bien pero sí contra ti, Arturo.
Os explico, en tiempos de Camera Café me caía chupi parecía un señor simpático, agradable, con el que se podía mantener una conversación de homo sapiens sapiens a homo sapiens sapiens.
Después llegó él a Ahora Caigo, con sus vómitos chistes y mi reacción fue:
Yo confiaba en ti, Arturo.


Viernes, 10 de Mayo 2013, las 01:38: quién sabe por qué, quizá por enajenación o por algún pálpito, me encuentro aquí para comentaros que ya me cae mejor el hombre. Ala, adiós.

Bolsas de plástico

Existen muchos tipos de sábados por la mañana:
1. Los inexistentes, ya que cuando te despiertas ya es sábado por la tarde.
2. Los de familia, cuando uno de los más hijos de puta adorables personajillos de tu asquerosa fantástica familia, te despiertan con esos gritos guturales que parecen sacados de 'Slipknot', y tú instintivamente piensas, ¿cuándo cojones mi hermana/prima/sobrina/gremlin se ha raspado las cuerdas vocales con una cuchilla de afeitar?
3. En los que te cagas en los malditos muertos del Afilaor' agradeces a un buen señor que te despierte con su afinada flauta. Que digo yo, ya que estamos en vez de una flauta, ¿por qué no una tuba? 
4. Por último, también conocido como notengoganasdeenrollarmemás, los de compras. Y no precisamente los de comprar ropa chula, sino los del Alcampo, Mercadona, Carrefour... No sé cual será vuestro caso, pero el mío siempre es el Alcampo.
Ayer fue una de esas mañanas, no sé por qué, pero fue diferente a todas las otras veces.
Cuando era pequeña, siempre que salíamos del Alcampo con las bolsas, yo les hacía agujeritos a las pocas que me dejaban llevar. Sí, parece mentira. ¡Me dejaban llevar bolsas! Pero si yo tenía tal fuerza que una vez intenté matar una mosca con el, propiamente dicho, matamoscas, y después de atizarle con todas mis fuerzas... Bueno, eso es otra historia, sigamos. El caso es que siempre me empeñaba a llevar bolsas, y no penséis que era por ayudar a mis padres, era para hacerles agujeritos. Creía que las bolsas de patatas, el papel higiénico, los cereales y esa lista indefinida de cosas ligeras que me dejaban llevar se ahogarían. ¿¡Si las bolsas de plástico no tenían agujeritos cómo podrían respirar!? Era algo que me preocupaba y desvelaba. No se merecían morir en esos terribles sufrimientos, así que intentaba llevar la mayoría de bolsas posibles. Mi madre me miraba con cara de qué coño estás haciendo  interés. Yo no le pregunto a ella por qué cada vez que discute conmigo y se queda sin argumentos va a la cocina, a los cinco minutos vuelve y me empieza a gritar otra vez. Creo que los electrodomésticos hablan con ella, a lo Witch. Si no sabéis a que me refiero es que sois tíos o niñas sin infancia.
Ayer fuimos expresamente para mirar que móviles me podrían dar con los 1500 puntos que teníamos acumulados. Todas las veces que he salido del Alcampo con un móvil y me he montado en el coche me han entrado ganas de vomitar. Es un suceso inexplicable, un día tendré que salir con uno de caramelitos para ver que pasa... Probablemente me los comería antes de salir.
Existen muchas maneras de comenzar un blog. Mi sábado por la mañana ha sido el de esta rana bailarina con complejo de escritora.
PD: a la salida del Alcampo empecé a hacer agujeritos a las bolsas. Para mi sorpresa han puesto un agujero en cada lateral. Al fin se hace justicia.