and it never goes out


words take his shape

the voice melts into his figure

just a little while ago

this oath had no colour

blind, picturing his image

pieces too tiny to hold

words won't be glued together

the trace of a light that did go out

They fed us on little white lies

She was looking at nothing. Eyes lost on the infinite shapes of the wall. Her mind wandering in the least favourite place of her brain. 
Suddenly, a cold breeze kissed her cheeks and nose, uncovered by the duvet, waking her up from the slumber. She grinned at a memory.

"When I was a kid I used to spend hours looking at it. I could see anything."

"It?"

"The wall. I could picture a thousand different images. The whole world fitted in my room."

"Not anymore?"

"And my eyes were always opened. Imagine what I could see when they were closed".

"What was your favourite thing to imagine?"

"But it's like if the gaps were now filling themselves with existing images, my own memories blocking the path".

"Do you miss it?"

She faced her again and gently touched her lips. She knew she had been broken before.

"It's a fading feeling. Only a distant ache for something you could never truly grasp."

A la niña que lloraba en el probador

Tendrías trece años, tal vez. Te miraste al espejo, sin poder ocultar del todo lo que sobraba o faltaba. Nunca llegué a ver tu cara, pero no pude evitar recordar mi reflejo. No pude evitar imaginarme en ese mismo lugar, compartiendo el mismo cuerpo. Y cuando el silencio se vio interrumpido por tus lágrimas, que pincelaban el espejo en sus partes impuras, me encontré con mis ojos, separados de los tuyos por una pared y una cortina.
Hace ocho años era tú, con tus dudas y tu fragilidad, con la mirada fija en esos puntos y sin decir nada. Buscaba el reflejo, adicta a mi propia sentencia, y recorría mi pecho y mi vientre. Castigaba cada curva y cada línea. Mis manos cubrían las formas incompletas, las partes imperfectas que deseaba moldear. Trozos de algodón sobre las costillas y puntos de costura en las comisuras.


Hoy sigo siendo esa niña. Siento en el alma decirte que es muy difícil apagar esa voz mezquina. Siento en el alma no poder prometerte que olvidarás esas palabras, esos gestos, esas miradas que te harán perseguir una perfección inalcanzable, un vacío imposible de suplir.
Pero te juro que no estarán siempre ahí. Te juro que hay momentos en los que desaparecen, en los que verás en tu reflejo cómo tus comisuras se curvan hacia arriba. Cómo tu cuerpo se vuelve simplemente un cuerpo, y no un mecanismo que te escupa las mentiras que otros te han hecho creer.
Esos momentos son la única verdad. Persíguelos. Y aleja a quien los aleje.


Te fuiste de la tienda antes que yo, secándote las lágrimas y dejando la prenda dentro. Hace varios meses que sucedió, pero todavía pienso en ti en ocasiones. Todavía veo a esa niña en el espejo, veo tus ojos en los míos.
Aunque no siempre lo consigan, intentan sonreír por ti.

Siempre se me olvida quitarte el pintalabios

Primero aparece una imagen. Y luego otra. Pero ninguna esconde los mismos pensamientos, ninguna revela todo lo que siento. Es como si todas ellas supieran a quién van a desvelar sus secretos. Como si todas supieran que no merece la pena añadir todos los matices si no soy capaz de verlos. Y no puedo siquiera reinterpretarme cuando la vista me engaña, si el lenguaje inventa palabras que no entiendo.
Sé que debo evitar el consuelo de fundir las imágenes en un torrente de escenas, de intentar olvidar que estoy olvidando, de inundar letras con risas enlatadas. Al fin y al cabo, la mentira se esfuma al día siguiente, cuando como siempre me susurras la verdad. Y es que eres el único que se atreve a ser sincero. El único que, con tu aliento, me describe las formas que difuminé a conciencia, atrapa los engaños que endoso al futuro. Solo tú traduces las palabras que yo misma había cifrado: no puedo perdonarme por perdonarte, lo siento.

Nombres

Cada vez que me asomaba por la ventana y no veía la nieve, algo dentro de mí se revolvía. Siempre había sido parte de mi paisaje, mirara donde mirara. Lo cubría todo, desde los tejados y las ramas de los árboles hasta mis rodillas, al borde de congelarse. Incluso ahora, cuando cierro los ojos, no puedo evitar verla. No puedo evitar llevarme las manos temblorosas a los labios y bañarlas de vaho.
En cambio, desde mi nueva ventana, se ocultaban mil tonos distintos. Recuerdo que, la primera vez que los vi, me resultó absurda la idea de que siempre hubiesen existido esos colores. Eran pigmentos que no conocía mi repertorio, matices tan irrazonables que me veía incapaz de imaginar con los ojos cerrados. Tan intensos que eran imposibles de apreciar en su totalidad.
Y sin embargo, eran reales. Vida recién nacida.
O quizá ya habían formado parte de mi mundo, pero no pude identificarlos antes porque desconocía las palabras para describirlos. No era la primera vez que me había pasado, que algo nuevo había surgido ante mí, como un misterio que nunca supe que quería resolver. Como un surco en el pecho que se construye por sí mismo y no sabías que faltaba tanto.
Al aprender sus nombres, al descubrir cómo esos colores cobraban vida, me invadió el hambre más voraz que había sentido nunca. Me preguntaba cuántos conceptos que eran invisibles a mis ojos esperaban ser encontrados, esperaban formar parte de mí y que les diera nombre. Cuántas cosas podían cambiar mi mundo. Cuánto podía cambiarlo yo.

Oh, darling

Yes. I told you there's a voice inside me, right? It's always there. It doesn't ever stop. Even when I'm writing these words, I hear it. Pero a veces se confunde. A veces me confunde. Can't you just make up your mind? Decídete y stick to it. Decídete y become steady. Just take over and let it die. It's not your fault you don't have any guts, cariño.

I


sorry to leave a trace
I never meant to 
a smell of nothing
a flick, to turn to dust

pobre
I stopped thinking
pobre
have you?

how does it feel
to live with yourself
don't care
is that a smile?

avoid every road
hate every turn
yo camino
yo vuelvo

#

Echó la manta a un lado, soltando un bufido, y se levantó del sofá. Y sin mirarme siquiera a los ojos, agarró el mando con sus pequeñas manos y apretó el botón de pausa. Frunciendo el ceño, aparté el movil, y estuve a punto de preguntarle "¿Qué pasa ahora?", pero al cruzar mi mirada con la suya, no pude evitar echarme atrás.

 ¡No te entiendo lo más mínimo!  exclamó mientras se dejaba caer en el sofá.  ¿Qué estás haciendo?  y me miró como si estuviera completamente loco, como si no supiera nada del mundo y, en mi inocencia, hubiera cometido el mayor de los crímenes. Ante mi evidente estupor, se llevó las manos a la cabeza y apuntó con el mando en mi dirección, al aparato que se encontraba a mi izquierda. 

 ¿Esto?  pregunté, incrédulo, mientras le mostraba el móvil. Asintió, sin apartar su mirada de desaprobación sobre mí, escondiéndose el pelo detrás de las orejas. Se recolocó la manta para tapar del frío cada centímetro de su cuerpo y un suspiro se escapó de sus labios, demasiado tiempo siendo preso.

 Te has perdido la mitad y ni siquiera sabes por qué, te lo juro. Te has perdido la forma en la que se miran, cuando se creen que nadie lo hace, la forma en la que se desliza bailando y cómo se acercan sus manos al otro lado del asiento, buscándose. No has visto el brillo de sus ojos cuando sale al escenario o cómo reconoce a una extraña detrás del espejo, esperando que alguien la encuentre. Y no has visto cómo el mundo se para, por sus dudas, y empieza a acelerar, al ritmo de la música. Y te lo has perdido todo, ¿para qué? ¿Para dar algún like y compartir un par de posts? ¿Para gritarle al mundo que no estás en el mundo?  y antes de que pudiera replicar con excusas vacías, pulsó el botón de play.

(...)

Lo primero que hice fue diseñar sus orejas. Al fin y al cabo, en un principio, mi intención no era otra que la de ser escuchado. La izquierda me quedó un poco más grande que la derecha, y creo que los lóbulos eran algo dispares. Pero no me extrañó en absoluto: era la primera vez que creaba una persona.

Aun así, necesitaba saber si funcionaban, si podían distinguir mi voz, si entendían mi lenguaje. Dibujé sus párpados y perfilé las pestañas, sin atreverme a regalarle ni pupilas, ni color, ni visión. Me aterraba que vieran mi rostro y no se volvieran a abrir jamás. Que adivinara lo que soy y, al terminar su boca, me escupiera sus primeras palabras.
Así que una vez diseñados sus ojos, le pregunté:

- ¿Puedes escucharme? ¿Entiendes lo que digo?

La figura no respondió. Se mantuvo inmóvil, inerte, como un autómata incompleto y sin cuerda. Me acerqué despacio, sin notar mi respiración irregular y mi movimiento robótico. Alcé mi brazo para acariciar sus ojos cerrados y contuve el aliento. Primero rocé sus pestañas, una a una, de izquierda a derecha, de arriba a abajo. Mis dedos trazaron pequeños círculos sobre sus párpados. Eran suaves y tersos, tan reales como los míos. Mientras los dibujé, debí salirme de mi trazo: un lunar minúsculo descansaba en el izquierdo, y al preguntarme cómo podía haber sucedido, de repente, un iris sin rastro de pupilas me saludó.
Mi cuerpo, paralizado, no pudo evitar analizar cada uno de los surcos que formaban sus ojos, de los colores que manchaban su iris. Eran pigmentos que no contenía mi repertorio. Matices que me veía incapaz de crear. Y ese brillo... ¿acaso me miraban con sorna, o era curiosidad? ¿Acaso me miraban? ¿Cómo era posible?
No sé si era una forma de responder a mi pregunta o pura casualidad, pero parpadeó dos veces. Mi boca se curvó en forma de 'o' y, de pronto, continuó con sus parpadeos, una y otra vez, sin descanso, intermitentes. Paró durante unos segundos y fijó sus iris en mis labios. Ante mi claro desconcierto, se inclinó hacia mí y los acarició con sus pestañas. Al principio despacio. Luego con urgencia.
Me aparté unos centímetros y señalé mi boca.

- Quieres tener una, ¿verdad?

Sus ojos se abrieron, quietos de una vez por todas, fijos en los míos. Me revolví, inseguro de mis acciones. Incluso arrepentido. Pero sus iris seguían contemplándome con... ¿decisión? ¿esperanza? O quizá no había emoción alguna, quizá todo era una ilusión que yo mismo había creado...

you are you

you are you
and that's never going to change
you're the way walls disappear behind your beauty
you're the way you see the world in watercolours
and the little sound you make while sipping coffee

you're flickering eyes and names you fell for

you are you
and that's not going to fade in tears
you're the coconut smell of your room
you're the lines your mind draws
and turns into love songs

you're all the pain you blurred in poems

you are you
and lacking bits won't ever change that
and I know the mirror lies
and the unpainted world is fake

but I promise you are you
you are you
you are you
you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are you you are

New

I used to have this in me. I used to have this little voice inside me, almost whispering, desperate to be heard.

Has it changed language? It sounds unclear, strange... New.
And it's not desperate anymore.
It's patient, but enticing.

Tempting.
Captivating.

And it seems ready now. It's not hiding behind my ear, or tangling in my hair: it's facing me straight. 

Smug.
Undefeatable.

How am I supposed to look back?