Fin

Érase una vez un cuento que, cuando sus tapas se abrían, hacía enmudecer a todos los niños. Los grillos paraban de cantar y las luciérnagas brillaban con más intensidad de la que se creía posible. Todos se revolvían alrededor de la hoguera, inquietos. Sí, porque también había una hoguera. ¿Qué es un cuento sin una hoguera en la que perder la mirada? Entonces, cuando el único sonido que se escuchaba era el rumor del viento, el narrador se humedecía los labios y deslizaba sus dedos sobre la primera y única página. Sí, sólo había una página, y estaba vacía. Pero eso era lo que lo convertía en el mejor cuento que jamás habían escuchado. Un libro tan especial que sólo necesitaba una página en blanco para transportarte a otros mundos. Una aventura infinita.

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