Tal vez es porque me faltan dedos en las manos y en los pies para contar la gente que un día significó algo para mí y ahora no es más que un ceño fruncido. Poco a poco esta ciudad se va empequeñeciendo y me hace pensar: "No, ahí no puedo ir por que quizá esté no sé quién". Y no es justo. Debería ser capaz de ir a donde quisiera, cuando quisiera.
Pero no lo soy. ¿Son los demás quiénes lo destrozan todo o soy yo?
Si mi cabeza fuera una botella de Coca-Cola, al abrirla todos saldríamos volando y, con cada letra que se suma a esta entrada, mi mente se enreda un poco más.
¿A veces no te gustaría que la persona menos pensada apareciera
y diera a tu mundo un giro de ciento ochenta grados?
Pues yo necesito girar.
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