La decimoquinta constelación más brillante del cielo nocturno

Y el dragón de escamas blancas rugió. Y su rugido traspasó valles, cascadas y montañas, sacudió el viento y zarandeó los sicomoros y los sauces, que dejaron de llorar. Su rugido alertó a los ciervos y a los conejos, a las libélulas y a las ranas. Atemorizó al mundo entero, a todos y cada uno de los seres que habitaban Virgo. A todos menos a Eli. A Eli no.
Y el dragón de escamas blancas abrió sus fauces y se abalanzó sobre ella. Pero Eli no se asustó. No Eli. Sino que alzó su pequeña mano intentando alcanzar su hocico e inspiró fuertemente antes de decir 
- Hola, Spica. - las orbes doradas del dragón de escamas blancas brillaron, curiosas. Pero no más curiosos que los ojos miel de Eli. Nunca más que los de Eli. - ¿Por qué no ruges otra vez, Spica? - y el dragón dejó de enseñar sus colmillos y descansó la cabeza sobre la húmeda hierba. 
Eli acercó delicadamente -pero con su usual determinación- aún más su pequeña mano, parándola en seco dos centímetros antes de lograr rozar sus escamas blancas. Spica parpadeó y volvió a mostrar sus afilados dientes, medio amenazantes. Fue entonces cuando Eli se aproximó veloz hacia ellos y los acarició, reflexiva. - ¿Sabes, Spica? He visto muchos mundos, más de lo que te podrías imaginar. Pero nunca había visto unos colmillos como estos. Son aún más blancos y afilados que tus escamas. - esta vez levantó su mano izquierda y rozó con las yemas de sus dedos las blancas escamas. Eli enseñó su sonrisa torcida y lobuna al dragón. Juraría por mi propia vida que esa sonrisa daba mil setecientas veces más miedo que la de Spica. Hasta juraría que el dragón sentía un poco de pavor, aunque mezclado con cierta curiosidad. Nada raro cuando se trataba de Eli. - ¡Eh, Pim! ¿Por qué no te acercas? ¡Spica es totalmente inofensivo! ¡Te lo prometo! - me dijo. El dragón de escamas blancas se giró hacia mí. No, no, no, me dije. Me escondí aún más, detrás del sauce gris y cerré los ojos. De pronto sentí un aliento cálido a mi alrededor. Maldición, Eli. Abrí el ojo izquierdo y juro por la Diosa que intenté con todas mis fuerzas no desmayarme. Eli me sonreía, subida al lomo de Spica. Maldición Eli, pensé.
Eso fue lo último que recuerdo antes de despertarme encima del maldito dragón, mientras volábamos hacia un nuevo mundo.


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