La voz

De la realidad ajena, en el vacío,
Veo, sin quererlo, una luz yerma
Y, cegada por su brillo,
Escondo mi figura incierta.

Y tras esa manta helada, finjo dormir,
Con la mirada apagada y los labios entreabiertos;
Y sonrío en el sueño y en la verdad me enciendo,
Y susurro canciones que las mantas silencian;
Y los sonidos, a veces, se van tras el viento,
Y por seguir su recorrido la salida se sella.
Pero el recuerdo palpita, y de la noche discierno:

«Llegan más lejos las palabras de los que saben cuándo cerrar los ojos».

1 comentario:

Anónimo dijo...

No podrán mis palabras atravesar el manto azul que cubre mi mundo. Aquí abajo ni siquiera sé si tengo ojos.

Glauco