11-11-15 (o por qué dejé de escribir)

La verdad es que siempre supe que era un cobarde, pero, no sé. También es cierto que siempre esperé que fuera mentira. Que me estaba engañando a mí mismo, como tantas otras veces he hecho. Y, por primera vez, no me equivocaba. Y sigo esperando a que, tal vez, de todas formas, encuentre esa valentía que me hará capaz de despegar mis labios que rehúsan de mostrar mis pensamientos. Si es que ellos, primero, se encuentran a sí mismos.

Ojalá huyeran de repente, sin dejar ningún rastro de su presencia en mi mente, y olvidara que alguna vez, aunque no supiera sus nombres, estuvieron allí, dejando atrás ese torbellino sin sentido que me arrastra en mis pisadas.

Y hace tanto tiempo que no les dedico ni un minuto, ni un segundo... que me he olvidado de sus caras. Porque sé que antes sí podía dibujarlas con los ojos cerrados... y ahora son solo un borrón casi imperceptible, que, espero, algún día se vuelva nítido.

Y quizá, para ti, no tenga ningún sentido. Pero sí que lo hay, créeme. Si no lo hubiera... ¿por qué seguiría palpitando mi corazón? ¿Qué me quedaría dentro?

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