Ni introducción, ni nudo y aún menos desenlace.


Últimamente no dejo terminar las canciones, empiezo a aborrecer los finales (aunque siempre me han gustado). Y me refiero a todo tipo de finales; la última vez que miras la hora antes de quedarte dormido,  dos besos en la mejilla, los créditos de las películas, el timbre a las 14:55 de un lunes, el último mordisco a una tableta de chocolate y un pequeño sorbito a los grumos del Cola-Cao que se quedan pegados a la taza. 

Han terminado tantas cosas que ya no disfruto algunas como antes, casi que sólo me concentro en que tarde o temprano acabarán. 
Siempre había considerado los finales la mejor parte; como cuando en primavera meriendas fresas e intentas no tomar mucha nata, para luego comerte toda la que queda seguida (al menos yo lo hago). Es como una ley no escrita: "Lo mejor para el final". Aunque ahora estoy intentando cambiar las normas.

¿No os gusta cuando escucháis tantas veces seguidas una misma canción que pierde el sentido? Cuando  no sabes quién la canta, ni lo qué dice, ni si va por el primer minuto o si te ha hecho llorar; cuando sólo la sientes. Creo que así deberían de ser los finales: indefinidos, borrosos. No tendría que existir una línea tan perceptible entre un desenlace y el próximo inicio. Como respirar, sin distinguir la inspiración de la espiración. Sin saber si estas últimas palabras significan un nuevo comienzo.