I wouldn't even know how to start. At first, you cannot recognize the voices at all. You cannot grasp the end of the words, the meaning of the sentences. It begins slowly, with a subtle motion of your fingers, with a little tickle in the nose. Maybe, if you're lucky, the pacing will grow. Steadily. Almost hungry, the letters will clear their own path. Shy steps on the grass. Distant sounds that sprout over the silence.
Only for an instant, you may grasp these voices. You may see different hues and accents, before they all merge together. Before they all become one and their echoes fade away. Before you ever understand what you always longed to hear.
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Oh, darling
Yes. I told you there's a voice inside me, right? It's always there. It doesn't ever stop. Even when I'm writing these words, I hear it. Pero a veces se confunde. A veces me confunde. Can't you just make up your mind? Decídete y stick to it. Decídete y become steady. Just take over and let it die. It's not your fault you don't have any guts, cariño.
(...)
Lo primero que hice fue diseñar sus orejas. Al fin y al cabo, en un principio, mi intención no era otra que la de ser escuchado. La izquierda me quedó un poco más grande que la derecha, y creo que los lóbulos eran algo dispares. Pero no me extrañó en absoluto: era la primera vez que creaba una persona.
Aun así, necesitaba saber si funcionaban, si podían distinguir mi voz, si entendían mi lenguaje. Dibujé sus párpados y perfilé las pestañas, sin atreverme a regalarle ni pupilas, ni color, ni visión. Me aterraba que vieran mi rostro y no se volvieran a abrir jamás. Que adivinara lo que soy y, al terminar su boca, me escupiera sus primeras palabras.
Así que una vez diseñados sus ojos, le pregunté:
- ¿Puedes escucharme? ¿Entiendes lo que digo?
La figura no respondió. Se mantuvo inmóvil, inerte, como un autómata incompleto y sin cuerda. Me acerqué despacio, sin notar mi respiración irregular y mi movimiento robótico. Alcé mi brazo para acariciar sus ojos cerrados y contuve el aliento. Primero rocé sus pestañas, una a una, de izquierda a derecha, de arriba a abajo. Mis dedos trazaron pequeños círculos sobre sus párpados. Eran suaves y tersos, tan reales como los míos. Mientras los dibujé, debí salirme de mi trazo: un lunar minúsculo descansaba en el izquierdo, y al preguntarme cómo podía haber sucedido, de repente, un iris sin rastro de pupilas me saludó.
Mi cuerpo, paralizado, no pudo evitar analizar cada uno de los surcos que formaban sus ojos, de los colores que manchaban su iris. Eran pigmentos que no contenía mi repertorio. Matices que me veía incapaz de crear. Y ese brillo... ¿acaso me miraban con sorna, o era curiosidad? ¿Acaso me miraban? ¿Cómo era posible?
No sé si era una forma de responder a mi pregunta o pura casualidad, pero parpadeó dos veces. Mi boca se curvó en forma de 'o' y, de pronto, continuó con sus parpadeos, una y otra vez, sin descanso, intermitentes. Paró durante unos segundos y fijó sus iris en mis labios. Ante mi claro desconcierto, se inclinó hacia mí y los acarició con sus pestañas. Al principio despacio. Luego con urgencia.
Me aparté unos centímetros y señalé mi boca.
- Quieres tener una, ¿verdad?
Sus ojos se abrieron, quietos de una vez por todas, fijos en los míos. Me revolví, inseguro de mis acciones. Incluso arrepentido. Pero sus iris seguían contemplándome con... ¿decisión? ¿esperanza? O quizá no había emoción alguna, quizá todo era una ilusión que yo mismo había creado...
New
I used to have this in me. I used to have this little voice inside me, almost whispering, desperate to be heard.
Has it changed language? It sounds unclear, strange... New.
And it's not desperate anymore.
It's patient, but enticing.
Tempting.
Captivating.
And it seems ready now. It's not hiding behind my ear, or tangling in my hair: it's facing me straight.
Smug.
Undefeatable.
How am I supposed to look back?
Cómo crear
Lo siento si a veces te interrumpo, o parece que no te escucho. Lo siento, de verdad. Pero sí lo hago. Y pienso en tus palabras constantemente, casi en un continuo delirio.
Y lo siento, cuando me las invento, cuando me imagino mis ojos mirando los tuyos. Aunque estén cerrados, aunque nunca se hayan abierto.
Y te suplico que me perdones por hablar de ti, o por decir que no te encuentro. No te pienses que, al menos, no te busco. Y espero que no te olvides de recordarme que cree estas palabras, aunque no tengan sentido.
Te juro que lo intento, que a veces veo partes incompletas de ti cruzando la esquina, ocultándose detrás de las puertas o susurrándome desde el otro lado de la pared.
Y, por favor, no me odies por nunca terminarte, por impedir que cobres vida, por mi impuro egoísmo. Al fin y al cabo, yo tampoco sé darme forma. ¿Cómo voy a atreverme a delimitarte?
Sé paciente y espérame, te lo pido. Porque, de verdad, soy sincera cuando te digo que, pienso que tú y yo, cualquier día, saldremos del papel.
11-11-15 (o por qué dejé de escribir)
La verdad es que siempre supe que era un cobarde, pero, no
sé. También es cierto que siempre esperé que fuera mentira. Que me estaba
engañando a mí mismo, como tantas otras veces he hecho. Y, por primera vez, no
me equivocaba. Y sigo esperando a que,
tal vez, de todas formas, encuentre esa valentía que me hará capaz de despegar
mis labios que rehúsan de mostrar mis pensamientos. Si es que ellos, primero,
se encuentran a sí mismos.
Ojalá huyeran de repente, sin dejar ningún rastro de su
presencia en mi mente, y olvidara que alguna vez, aunque no supiera sus
nombres, estuvieron allí, dejando atrás ese torbellino sin sentido que me
arrastra en mis pisadas.
Y hace tanto tiempo que no les dedico ni un minuto, ni un
segundo... que me he olvidado de sus caras. Porque sé que antes sí podía
dibujarlas con los ojos cerrados... y ahora son solo un borrón casi
imperceptible, que, espero, algún día se vuelva nítido.
Y quizá, para ti, no
tenga ningún sentido. Pero sí que lo hay, créeme. Si no lo hubiera... ¿por qué
seguiría palpitando mi corazón? ¿Qué me quedaría dentro?
La voz
De la realidad ajena, en el vacío,
Veo, sin quererlo, una luz yerma
Y, cegada por su brillo,
Escondo mi figura incierta.
Y tras esa manta helada, finjo dormir,
Con la mirada apagada y los labios entreabiertos;
Y sonrío en el sueño y en la verdad me enciendo,
Y susurro canciones que las mantas silencian;
Y los sonidos, a veces, se van tras el viento,
Y por seguir su recorrido la salida se sella.
Pero el recuerdo palpita, y de la noche discierno:
Veo, sin quererlo, una luz yerma
Y, cegada por su brillo,
Escondo mi figura incierta.
Y tras esa manta helada, finjo dormir,
Con la mirada apagada y los labios entreabiertos;
Y sonrío en el sueño y en la verdad me enciendo,
Y susurro canciones que las mantas silencian;
Y los sonidos, a veces, se van tras el viento,
Y por seguir su recorrido la salida se sella.
Pero el recuerdo palpita, y de la noche discierno:
«Llegan más lejos las palabras de los que saben cuándo cerrar los ojos».
Ambigüedad
¿Sabes? Lo que más me gusta de escribir es que el contenido sea muy ambiguo, que siempre deje sus puertas entreabiertas. Y cada persona que lo lea, descifre un mensaje diferente, un mensaje que le sea más conveniente, que más se acerque a su forma de pensar, o simplemente, que más le conmueva.
Y por eso, pensarás que solo yo conozco sus verdaderas intenciones y que las guardo como un tesoro, como mi bien más preciado.
Pero te equivocas. Ni yo misma lo sé. Es un secreto tan grande que me lo guardo a mí misma. Es algo que viene tan de dentro, que es completamente indescifrable.
O quizá no, quizá lo comprenda mejor que nadie. Quizá cada palabra baila con el matiz que yo le pincelo.
Tal vez, precisamente, esto es lo que siempre pretendía. Esto es un simple juego.
¿Lo entiendes ahora?
Y por eso, pensarás que solo yo conozco sus verdaderas intenciones y que las guardo como un tesoro, como mi bien más preciado.
Pero te equivocas. Ni yo misma lo sé. Es un secreto tan grande que me lo guardo a mí misma. Es algo que viene tan de dentro, que es completamente indescifrable.
O quizá no, quizá lo comprenda mejor que nadie. Quizá cada palabra baila con el matiz que yo le pincelo.
Tal vez, precisamente, esto es lo que siempre pretendía. Esto es un simple juego.
¿Lo entiendes ahora?
Y entonces, ¿cómo puedo encontrarme?
No creo que sea algo tan frío, tan calculador. No creo que sea algo que debas medir o pesar. Creo que es algo que simplemente fluye, que se desliza, que irrumpe. Creo que nunca está quieto, que siempre circula a tu alrededor esperando a que lo agarres, a que lo descubras escondido entre tu pelo, bajo tu ropa o detrás de tus orejas. Y cuando lo atrapas, lo sabes, y el pecho, de algún modo que desconozco, se agranda. Y todas las cosas que había dentro se encogen, dejan hueco a lo que está por llegar. Porque es tan grande que no se puede medir, es tan cálido que todo lo que tenías pensado decirle no lo describe en absoluto y te acomplejas por tu torpeza.
Y cuando busca aún más espacio y sientes cómo se adentra en tus pulmones, en tu esófago y en cada pequeña parte de tu cuerpo, es tan imponente que todas las palabras se vuelven inaudibles, indescifrables.
Y entonces, desaparece.
Y entonces, desapareces.
Escribir
Pero no te preocupes, se me acaba pasando. Hasta vuelvo a hacerlo con más ganas que nunca.
Eso sí, nunca he sabido escribir historias. Solo soy capaz de agarrar un personaje y adentrarme en él. Describir sus miedos, sus pasiones, sus engaños, ignorando por completo su pasado, su presente y su futuro; sin conocer un ápice de su entorno y de su aspecto, de sus acciones o de su gesticulación. Solo me guío por sus posibles pensamientos, por las reflexiones que no ha contado nunca a nadie, por el modo en el que se quiebra su voz cuando su orgullo es vencido por la impotencia. Aunque no sé cuál es la causa o cuál será el desenlace. Pero, sin embargo, siento que en cierto modo conozco lo suficiente, que no me hace falta ni un detalle más para ser capaz de averiguar la pulsación de sus latidos, los motivos por los que se eriza su piel o las palabras que le hacen retroceder.
Y no hay nada en el mundo como esa sensación.
...
En ciertas ocasiones me doy cuenta de lo peligroso que es escribir sobre todo lo que de repente cruza mi mente y, solo a veces, mi corazón. Me doy cuenta de que aquellas cosas que me atraviesan, que me recorren de pies a cabeza, no siempre existen; sino que suelen ser producto de algo ficticio, de algo que ni siquiera he logrado sentir alguna vez. Y entonces, cuando me encuentro con estas palabras, con este conjunto de caracteres que no significan nada para nadie, y quizá no lo suficiente para mí, no puedo evitar sentirme extraño. No puedo evitar que algo dentro de mí chirríe, como si estuviera compuesto por piezas que hicieran un pésimo contacto.
Y dejo de escribir.
O incluso de hablar.
O incluso de existir.
Y dejo de escribir.
O incluso de hablar.
O incluso de existir.
Hierro
Cuando la plata parece hierro dejo de creer en el mundo
o cuando el rojo se destiñe
la luz se apaga
el contacto se deshace
y los ojos se abren
Cuando pisas la hierba
o si el agua tiembla
la garganta se seca
y cuando agarras el papel
la punta se romp
o cuando el rojo se destiñe
la luz se apaga
el contacto se deshace
y los ojos se abren
Cuando pisas la hierba
o si el agua tiembla
la garganta se seca
y cuando agarras el papel
la punta se romp
Y...
Me sorprendo a mí misma dibujando la imagen de una libélula grisácea, casi transparente. La inexistencia de su brillo me acongoja. ¿Dónde se oculta su intensidad, su color? ¿Y por qué, a pesar de su candor, se congelan sus alas?
Me pregunto si es ella o es mi mano. Si es su palidez o mi opacidad. Si son los pigmentos de mis pinturas, que han olvidado el concepto de literatura, o si es el arte en sí, que evita, receloso, que sus alas se desdibujen en el papel y decoren el aire.
Y, sin embargo, me asusta la idea de que lo consiga, de que huya de este cuaderno y no mire atrás, y...
Me pregunto si es ella o es mi mano. Si es su palidez o mi opacidad. Si son los pigmentos de mis pinturas, que han olvidado el concepto de literatura, o si es el arte en sí, que evita, receloso, que sus alas se desdibujen en el papel y decoren el aire.
Y, sin embargo, me asusta la idea de que lo consiga, de que huya de este cuaderno y no mire atrás, y...
...y no pare a reflejarse en mis ojos.
Un pozo que mira al Cielo
¿Por qué?
si retenemos todo lo que nadie tuvo
si descubrimos arte donde nadie lo advierte
si inspiramos con fuerza y sin motivo
¿Por qué?
si el vello no solo se eriza de frío
si dormimos hasta tarde cada tarde
si echamos de menos lo desconocido
¿Por qué?
si nos duele no ver amanecer
si el alma se consuela en cualquier calle oscura
si el viento acentúa nuestras pisadas
¿Por qué?
si nos vemos reflejados en pupilas
si sentimos la electricidad en las yemas de los dedos
si gritamos de auténtico éxtasis
Y si somos capaces de apreciar a los pájaros
de no temer a la finitud de la existencia
de aferrarnos a lo más inconcebible e insípido
Y si somos libres de sentir la sangre entre las uñas
de agarrar la piel de quien nos deslumbra
de caer con el corazón desgarrado al vacío
Y si somos expertos en maquillar el mundo
en pintar las tormentas de celeste
en imaginarnos por encima de esta bóveda
Y si somos ilusos por abrazar el pretérito
por buscar lo intrínseco en lo homogéneo
por fingir ser parte de un todo
¿Por qué?
si retenemos todo lo que nadie tuvo
si descubrimos arte donde nadie lo advierte
si inspiramos con fuerza y sin motivo
¿Por qué?
si el vello no solo se eriza de frío
si dormimos hasta tarde cada tarde
si echamos de menos lo desconocido
¿Por qué?
si nos duele no ver amanecer
si el alma se consuela en cualquier calle oscura
si el viento acentúa nuestras pisadas
¿Por qué?
si nos vemos reflejados en pupilas
si sentimos la electricidad en las yemas de los dedos
si gritamos de auténtico éxtasis
de no temer a la finitud de la existencia
de aferrarnos a lo más inconcebible e insípido
Y si somos libres de sentir la sangre entre las uñas
de agarrar la piel de quien nos deslumbra
de caer con el corazón desgarrado al vacío
Y si somos expertos en maquillar el mundo
en pintar las tormentas de celeste
en imaginarnos por encima de esta bóveda
Y si somos ilusos por abrazar el pretérito
por buscar lo intrínseco en lo homogéneo
por fingir ser parte de un todo
¿Por qué?
Tinta negra
Y es que estas letras me atrapan en sus telarañas, me sumergen en sus lagos de viento y marea, de infinitud y tierra mojada. ¿Y yo quién soy para negarle sus deseos? Si sólo soy formas encerradas en un cuerpo quebradizo que escupe tinta negra sobre papel blanco... Tinta que a veces dibuja precisos paisajes y otras se descompone en formas indecisas y temblorosas, manchas que pretenden ser más que meras sombras y penumbra. Tinta negra que ansía ser luz.
Y el cuerpo desfallece cuando quiere definirse sobre tanta superficie, pero no aprende de límites y no teme el colapso. No sabe de cálculos y física. Sólo aspira a reflejarse en poesía, en vaciarse el interior para que las formas huyan de la jaula, salpicadas en desequilibrios; en tinta negra.
Y el cuerpo desfallece cuando quiere definirse sobre tanta superficie, pero no aprende de límites y no teme el colapso. No sabe de cálculos y física. Sólo aspira a reflejarse en poesía, en vaciarse el interior para que las formas huyan de la jaula, salpicadas en desequilibrios; en tinta negra.
Tinta negra que será luz.
Sí.
Pétalos entre páginas
Sus
infinitos pliegues se bifurcan, se entrecruzan mirándose de soslayo.
Y los olores que despiertan en mí ya no son dulces, ni siquiera
cítricos. Son de flores que han perdido la intensidad por el camino,
que dejan resquicios suaves, imperfectos. Mortales.
Son olores indefinidos e inconstantes, por los que merece la pena
forzar los sentidos, arrastrarlos por un valle de incomprensión; que
resulta no ser del todo desconocida, si te fijas bien. Si te paras a
descubrir lo que esconden sus puertas entreabiertas, las que solo
aprecias por instinto. Las que tu cuerpo atraviesa movido por hilos
invisibles porque algo que palpita dentro de tu ser te reconduce por
los caminos de la curiosidad y el misterio. Y una vez en sus
senderos, no eres capaz de no perderte. No eres capaz de no querer no
perderte.
Una
vez adentrado en sus páginas vetustas, renuncias a todo lo que no
huela a flores marchitas y quimeras. Y te ahogas entre sus sábanas
de terciopelo, entre el hueco que te separa a ti y al mundo. Te
desdibujas en un aire que no logra viciarse; pues hace tiempo que
no
estás respirando,
amor mío.
Por qué
A veces me encuentro a mi misma
enredada en estos pensamientos
por qué escribes
por qué
pero habiendo una pregunta tan maravillosa
sería estúpido pararse a buscar una respuesta
(aunque cabe a destacar que yo siempre he sido un poco idiota)
y por qué no
es aún más complicada
A veces la escritura es tan simple
y a la vez te llena tanto
que empiezas a creer que las palabras
no mueren
no se marchitan entre estaciones
viven más adentro de ti que tú mismo
casi puedes saborear la eternidad
casi
A veces la escritura es tan vacía
y a la vez te hiere tanto
que aprendes que las palabras
son capaces de matar
y si mueres
dónde encontrarán refugio
si tu pecho ya no existe
ya no
enredada en estos pensamientos
por qué escribes
por qué
pero habiendo una pregunta tan maravillosa
sería estúpido pararse a buscar una respuesta
(aunque cabe a destacar que yo siempre he sido un poco idiota)
y por qué no
es aún más complicada
A veces la escritura es tan simple
y a la vez te llena tanto
que empiezas a creer que las palabras
no mueren
no se marchitan entre estaciones
viven más adentro de ti que tú mismo
casi puedes saborear la eternidad
casi
A veces la escritura es tan vacía
y a la vez te hiere tanto
que aprendes que las palabras
son capaces de matar
y si mueres
dónde encontrarán refugio
si tu pecho ya no existe
ya no
Paraísos artificiales
Nueve días sin ti, y no sabes cuánto te añoro, te anhelo. Nueve días sin ti, y ya siento como se me desgarra el alma. Sólo nueve días, y me siento más maldita que poeta, con más bazo y con menos corazón. Pero, ¡el encuentro! Es tocarte de nuevo y resurgen los cálidos pensamientos, el equilibrio, la tinta negra. Es formar parte de ti y olvidarme de las antinomias, de la ardiente frialdad de las costillas y del acero roto. Y es sentir la brisa que brota de las palabras, de la poesía, de la improvisación, y la angustia se diluye, se escapa por los poros de una piel más clara y suave, casi de porcelana.
Porque sin ti no hay Faustos que vendan su alma al diablo por Margaritas, ni Julietas que emponzoñen su sangre por Romeos. No hay Venus y Adonis, ni bóvedas nocturnas que adorar, en las que se posan los albatros. Sin ti no me empaparía de obsesiones malditas que desembocaran en esgrima, en funesto destino. No se dispararían balas por amores condenados a morir desde las primeras ascuas.
Tú, paraíso artificial, evasión de mil hastíos. -París de gatos negros y bohemia.-
Mi cuerpo, adicto a tu opio, seguirá siempre el camino del veneno.
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