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Pesimismo inteligente

Reíd vosotros, optimistas e ilusos,
Bailad, aunque no haya música,
Durante noches que no querréis recordar,
Sobre una luna que solo brilla por sí misma,
Y no por vosotros, infelices.

Y nosotros, a los que el realismo nos mantiene cuerdos,
Y el pesimismo anclados a unas olas inmóviles,
Dolientes de algo que todavía no hemos vivido,
Cansados de caminar a la deriva,
Nos ahogaremos por la luz que nos ciega desde dentro.

Bóveda nocturna

las sombras sepultaron tu voluntad
se entremezclaron con el aire
que atravesaba tus pupilas vacías
y una voz queda maúlla
y una luna ya no brilla

quedan dos en tu bóveda nocturna
su órbita se estremece
su negrura adolece
y no encuentras ninguna cura

sale el sol y se iluminan
las promesas de unas sombras
que no pueden hablar
y te crees a salvo
y te ves temblando
sujeto de delirios
que no puedes ignorar 
Iluso.
La noche no es su único escenario.

Más luz

Dime qué se oculta entre la niebla y la nitidez. Qué hay detrás de las superficies. Qué hay dentro de lo compacto. Dime si puedes ver a través de los cuerpos opacos, de la inmensa oscuridad. Si brillan unos ojos cerrados o a qué huelen las flores marchitas. Enséñame el sabor de la nada y el llanto del frío, el susurro del silencio y la brisa de la calma. Rózame con palabras que no salgan de tu boca, envuélveme con una lluvia que no moje la piel escarchada. Hiéreme con inocuas caricias, con miradas apagadas con más luz que los astros. Dime qué falta cuando lo tienes todo, qué sobra del vacío. Si hay relámpagos sin destellos o seísmos quietos, hogueras sin cenizas o tierra intangible. A qué aúllan los lobos en luna nueva, por qué la vida mata y la muerte vive.
Dime si sientes lo que hay en mi pecho.

Brisa

Luna menguante
o creciente
qué importa
ahora
qué importa
la oscuridad
o la luz
qué importa
si el mundo
amanece
o nos traga
si nos subyuga
en su brisa
o en su calidez
qué importa
el horror
o el vacío
cuando miramos
el parpadeo
de estrellas
de planetas
o de labios.

Entropía

La entropía se ha anclado a mi costado y ha ralentizado el tiempo, la Tierra, congelado las dudas que me atormentaban en las noches de luna nueva. No sé qué parte de mí habrá cambiado, pero ahora no me aterra encontrarme con mi reflejo, con mi imagen en el espejo. Encontrarme el alma si es que puedo, si es que debo. Busca entre los silencios y se hace hueco, se hace lugar, se hace literatura. Intenta llegar al centro. Me hace perder el sentido, mi horizonte, mi postura... Y pierdo las palabras, que se escapan sin despedidas, ni compasión fingida. Pierdo las alas, pierdo la calma, que ya ni es contenida por la brisa de tu vuelo. Me pierdo... Y gano en desgaste, en sonidos, en fugacidad. Me quedo sin tinta y no sé si hay garantía de sobrevivir a la verdad. Pero por primera vez no me quiebro, no desespero por la entropía, que me atrapa en sus enigmas, en lo que nunca sentí. En el descontrol que me hace rogar que el viento del exilio me lleve hasta ti.

Septiembre

Si las rosas se marchitaran
si la lluvia aullara con fuerza
nuestro jardín
no sería el nuestro

Si los cometas no brillaran
si los agujeros se abrieran
no tendríais lugar
en el universo

No encontraría sentido
en las galaxias
ni en las anáforas
de mis versos

No encontraría consuelo
en las espinas
ni en la brisa
de lo eterno

Si no hubiera nacido vuestra risa
qué sería de esta estrofa
qué sería de la libertad
qué sería del amor

Si conociéramos otra música
a dónde irían las promesas
a dónde irían nuestros bailes
a dónde irían los recuerdos

Y si no existiera la luna
cómo coincidir en esta vida
cómo iluminar lo aciago
cómo distinguir vuestros ojos

Y si mi compañía será otra
qué hacer con las promesas
con la risa
con la galaxia
con la luna
con la música
con el amor
y con el tiempo que me queda 
sin vosotros.

Sin miedo

Y que si tienes tristes los ojos, no intentes hacerme reír con esos dedos. Que de mis costillas no se escaparán las carcajadas, sólo quejidos que emulen tus miedos. Sólo temblores que intenten apaciguar el desasosiego. Sólo son huesos que se rompen por la nada, por la nada que se refleja en tus ojos. Por la nada que siento en mi propia pupila si se cruza con tu mirada. Por la nada que no quiero. Por la que me quiebro.
Y que si tienes tristes los ojos, no te confundas entre mi pelo. Ni te quemes con mi hielo. ¿Es que no comprendes que ardo en deseos de enfriar las dudas? ¿Que me moriría por verme en tus ojos, por ser la cura? Y que si me tocas, que no sienta el desconsuelo, ni el vacío, ni mi frío. Que si me tocas, me toques sin miedo.
Y que si tienes tristes los ojos, no intentes fingir que estás vivo, que eres vida. Que yo sólo quiero vaciar de esa boca los tormentos, conocer cada recodo de tu silencio. Sólo quiero saber si eres luna menguante o creciente. Si puedo verte la luz.

La cara hermética de la Luna

Has despertado ciertas cosas en mí (enhorabuena, no mucha gente lo ha conseguido) y no sé si podré dormir sin pensar en ti de nuevo (¿premio o carga? Corre, elige rápido)
Has despertado una inquietud por vivir (gracias) y has logrado tantas, tantas cosas sin ni siquiera esforzarte (que me asusta pensar en cómo me harías sentir si fueras consciente de ello)...
Y lo haces ver tan simple, tan sencillo... Tan tú (cuando te ríes) y tan poco tú (cuando nadie te ve). Cuando cierras la puerta, apoyas tu espalda y no rompes a llorar. 
Quien está roto no puede hacerse añicos por esos sentimientos. 
No.
No puede.
No puedes.

Pero no puedo odiarte...

Aúllan las ganas que tengo de verte.
Desgarra la sed, tiemblan las dudas.
Me doblan las uñas, que quieren tocarte.
Dispara la paz, enferman las curas.

Me invitan los días a olvidarte.
Y los rechazo, aunque ni llegues ni hayas llegado.
Aunque por arriesgar pierda cada gramo de mi suerte.
Me rindo... me rindo... me quedo a tu lado.

Bailan las ganas que tengo de herirte.
Quema el mar, ennegrece la Luna.
Me vacían las palabras que quiero escupirte.
Sana la cal, amarga la cordura.

Me invitan las locuras a amarte.
Y las rechazo, aunque me quieras y me hayas querido. Aunque me ames y me hayas amado...
Aunque por odiar pierda cada recuerdo de mi mente.
Me rindo... me rindo... me has perdido.  Pero nada fue en vano.
                                                          

La Luna también pica entre horas.

Te dedicas a subsanar mis olvidos, a no dejarlos estar. Hasta me recuerdas los que no he llegado a vivir (y eso solo lo sabes hacer tú). Te sientes aludido cuando no me refiero a nadie. 
Te creo mejor que La Gravedad Cero o que jugar con el vaho un día de invierno; de hecho, podrías gustarme más que el hiperespacio.
Parece que no pierdes tus costumbres, que no puedes evitar que nos señalemos a través de los cristales; aunque no tengamos ni la remota idea de lo que nos decimos. 
Y siempre te imagino con tus desatinos... Con tus deslices:

-"¡Si La Luna está llena es porque se ha comido algúplaneta!"

Pero no intentes ganarme a sinsentidos, ya que eres tan solo un componente más de mi lista de inventos.
Y aún así, pienso demasiado en lo que podríamos haber sido (si existieras).



También se les llama soláticos y estrelláticos

El tres es número par.

Al menos eso dicen los lunáticosyo les hago caso. ¿Cómo podría llevarme la contraria a mi misma?
El  tres es un número con color propio y forma única. Guarda en su interior miles de locuras, cada una de un tono y brillo diferente; cada una destaca por la cantidad de risas.
Yo me fío más de los lunáticos, hacen de un número impar un par. Quizá se ganen el desacuerdo de los matemáticos (pero eso es lo de menos en un mundo de lunáticos)

¿Y sabéis porque me gusta tanto el número tres ? Porque nosotras lo somos. Y seguro que un futuro dejaremos de serlo. Quizá seremos cuatro, cinco o seis. Quizá cero. Pero algún día fuimos tres y nunca podré olvidarlo.

Somos un número par rodeado de impares.

No dejes de brillar

La Luna. ¿Por qué nos enamoramos de la Luna? ¿Qué tiene de especial? Quizá sea su luz, que nos ilumina en nuestros momentos más aciagos. Pero, tiene algo más. Tienen un imán, un misterio que nadie conoce. Hasta la marea se rinde ante ella. La Luna nos enamora, nos encandila. ¿Por qué si no Beethoven le compuso una sonata? ¿Por qué Julio Verne escribió un viaje a su alrededor? ¿Por qué el hombre la pisó? ¿Y por qué yo misma, por qué elevo la vista hacia el cielo cada noche? ¿Por qué me subo a mi azotea en cada eclipse lunar?
Tal vez, envidiemos a la Luna. La envidiamos con todo nuestro ser. Aunque, no nos paramos a pensar, que ella puede que también nos tenga celos. A fin de cuentas, la Luna está sola. ¿Cuántos años tendrá ya? Como unos 4.500 millones. Probablemente esté cansada de brillar, esté harta de no poder llorar. Una a una, las estrellas a su alrededor desaparecen, se vuelven polvo. ¿Pero ella? Ella permanece ahí, cada día. Da vueltas y más vueltas, se retuerce.
Ser la Luna debe de ser duro. Y creo que por eso yo la miro, cada noche. Para que tenga en cuenta, que no está tan sola. Que no es un simple satélite. Para que nunca caiga en el olvido que estoy enamorada de la Luna.