No sería la primera vez que nombráramos culpables de nuestras discrepancias a las estrellas, discutiendo sobre cuál de ellas brilla más. Tú o yo. No sería la primera vez que nos engañáramos, al fin y al cabo.
Y no. No sería como un desconocido que crees haber visto alguna vez en sueños, que capta tu interés.
Nos repetimos, amor. Y pobres de nosotros, si alguna vez creímos ciertas nuestras quimeras.
Desafinamos, amor. Igual que siempre lo hemos hecho, aunque está claro que la rutina nos formó un tapón torpe e inane.
Y sin embargo, ahora sí escucho los chirridos, que taladran y me dan escalofríos.
¿Cómo no pudimos ver que juntos no éramos más que cuerpos opacos?
Todo se volvió tétrico, macabro. O quizá sólo lo fuimos nosotros.
Por primera vez te confesaré que me dio miedo, y que me lo sigue dando. Me asusta el frío. Sí, ese del que no son culpables las estaciones. Ese que sentí cuando me di cuenta de que jamás fuimos estrellas.
Tú y no tan tú
Un día de estos por no soportar ser tanto y tan poco voy a crecer de un tirón (ya que sea bueno o malo... Digamos que es inconexo, como lo de los escraches). Parece que estoy atascada en este feo limbo, donde empiezo a ser... A ser más superflua que los pañuelos aromatizados. Y a la vez esos señores grandes con bigote van percibiendo mi existencia poco a poco.
¡¡Dentro de año y pico una más de los cinco millones de parados!!
Espero que se haya discernido bien mi entusiasmo.
Y bueno, a lo que iba. Que ser nada empieza a ser aburrido -y eso que los que son algo parecen aún más cansados- y esperar eternidades se va haciendo latoso (no leproso, o quizá un poquito sí). Aunque, por lo menos, ser nada tiene algo de especial; y es que todos somos nada para un día dejar de serlo. Y me asusta pensar que dentro de poco -y mucho- dejaré de ser algo que un día fui.
Muchos piensan que son solo números. Y sí, claro que lo son. Pero son números finitos, pese a que a veces lo releguemos al olvido.
Pero al igual que esto, dejamos de ser quienes somos por multitud de razones -y así volvemos al tema de los escraches, que algunos piensan que son buenos y otros que no tanto- y más a menudo de lo que creemos. Ya que, con seguridad, cada día escuchamos algo nuevo; algo que puede que se convierta en una creencia o que nos importe un pepino.
Pero sí. Cada día dejas de ser tú, para ser un tú mejor, un tú más versado, un tú más alegre o un tú más tú de lo que has sido nunca.
¿Ves?
Esto ha empezado temiendo.
Y termina temiendo. Aunque un poquito menos.
¡¡Dentro de año y pico una más de los cinco millones de parados!!
Espero que se haya discernido bien mi entusiasmo.
Y bueno, a lo que iba. Que ser nada empieza a ser aburrido -y eso que los que son algo parecen aún más cansados- y esperar eternidades se va haciendo latoso (no leproso, o quizá un poquito sí). Aunque, por lo menos, ser nada tiene algo de especial; y es que todos somos nada para un día dejar de serlo. Y me asusta pensar que dentro de poco -y mucho- dejaré de ser algo que un día fui.
Muchos piensan que son solo números. Y sí, claro que lo son. Pero son números finitos, pese a que a veces lo releguemos al olvido.
Pero al igual que esto, dejamos de ser quienes somos por multitud de razones -y así volvemos al tema de los escraches, que algunos piensan que son buenos y otros que no tanto- y más a menudo de lo que creemos. Ya que, con seguridad, cada día escuchamos algo nuevo; algo que puede que se convierta en una creencia o que nos importe un pepino.
Pero sí. Cada día dejas de ser tú, para ser un tú mejor, un tú más versado, un tú más alegre o un tú más tú de lo que has sido nunca.
¿Ves?
Esto ha empezado temiendo.
Y termina temiendo. Aunque un poquito menos.
Cartas a abstractos y concretos
Creo que existen millones de contextos para utilizar un adiós. Y quién sabe si tan solo uno de ellos es correcto. Si lo pudiera usar contigo...
No me gusta decir adiós, la verdad. Puede que sea por mi agnosticismo, o por su lado subliminal.
Adiós no me suena a promesa.
Y si es que esto tuvo alguna vez coherencia... la perdió entre líneas de Times New Roman.
Hasta pronto y sin postdatas.
No me gusta decir adiós, la verdad. Puede que sea por mi agnosticismo, o por su lado subliminal.
Adiós no me suena a promesa.
Me recuerda a las anáforas y a los efectos del eco.
Adiós adiós adiós adiós adiós adiós a-d-i-ó-s.
Hasta pronto y sin postdatas.
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