Más luz

Dime qué se oculta entre la niebla y la nitidez. Qué hay detrás de las superficies. Qué hay dentro de lo compacto. Dime si puedes ver a través de los cuerpos opacos, de la inmensa oscuridad. Si brillan unos ojos cerrados o a qué huelen las flores marchitas. Enséñame el sabor de la nada y el llanto del frío, el susurro del silencio y la brisa de la calma. Rózame con palabras que no salgan de tu boca, envuélveme con una lluvia que no moje la piel escarchada. Hiéreme con inocuas caricias, con miradas apagadas con más luz que los astros. Dime qué falta cuando lo tienes todo, qué sobra del vacío. Si hay relámpagos sin destellos o seísmos quietos, hogueras sin cenizas o tierra intangible. A qué aúllan los lobos en luna nueva, por qué la vida mata y la muerte vive.
Dime si sientes lo que hay en mi pecho.

Paraísos artificiales

Nueve días sin ti, y no sabes cuánto te añoro, te anhelo. Nueve días sin ti, y ya siento como se me desgarra el alma. Sólo nueve días, y me siento más maldita que poeta, con más bazo y con menos corazón. Pero, ¡el encuentro! Es tocarte de nuevo y resurgen los cálidos pensamientos, el equilibrio, la tinta negra. Es formar parte de ti y olvidarme de las antinomias, de la ardiente frialdad de las costillas y del acero roto. Y es sentir la brisa que brota de las palabras, de la poesía, de la improvisación, y la angustia se diluye, se escapa por los poros de una piel más clara y suave, casi de porcelana.


Tú, paraíso artificial, evasión de mil hastíos. -París de gatos negros y bohemia.-

Porque sin ti no hay Faustos que vendan su alma al diablo por Margaritas, ni Julietas que emponzoñen su sangre por Romeos. No hay Venus y Adonis, ni bóvedas nocturnas que adorar, en las que se posan los albatros. Sin ti no me empaparía de obsesiones malditas que desembocaran en esgrima, en funesto destino. No se dispararían balas por amores condenados a morir desde las primeras ascuas.


Mi cuerpo, adicto a tu opio, seguirá siempre el camino del veneno.

Gracias

Gran parte de lo que escribo nace de ti, de tu voz, de tu acento, de tu color. Pero luego se expande, gira, se transforma y se mezcla con mil sentimientos de los que solo he oído murmurar en sueños, de los que nunca me he atrevido a hablar. O a escribir, hasta el momento oportuno. Hasta que ni yo misma puedo resistir el impulso de deshacer cada pedacito de mí en palabras escritas, hasta que el no desdibujarme sobre un folio en blanco me llevaría a la locura, a mi perdición. Y es que a mis quimeras solo les gusta ahogarse entre letras y música, entre pura química y silencios. Entre la brisa, que cada día noto más gracias a ti.

Realidad onírica

Me conmueve evocar los recuerdos de orígenes remotos. Tan remotos que la reminiscencia es borrosa y nubla, casi nula. Tan remotos que suscitan los celos de las antípodas. Tan remotos que sólo consigo evocar retazos inconexos. Y sin embargo, son los que siento más adentro, cobijos de mis entretelas. Sin embargo, son los que logran desdibujarme con más nitidez e intensidad. Y el contorno de mi sombra huye del papel y se desfigura en el aire, manchado por los colores del viento. Mezclado con imágenes de sueños tan reales como mi propio reflejo.

El dolor de perderte rebosa

la vida que se nos va de las manos
que se escapa, de improviso
que nos vacía la luz

la vida que parecía tan segura
tan hecha para nuestra felicidad
se ha ido

al lugar donde los niños lloran por primera vez
donde los ancianos se arrugan al reír
donde los libros huelen a nuevo

y el dolor que nos causa no poder 
poner remedio a la muerte
al fin de esta vida prematura
no cabe en este verso

Olor a mandarinas

Solo... inténtalo...
congelar el momento...
antes de que deje...
de ser nuevo
de ser puro
de perder la razón
de perderme
entre la mezcla
de olores recién hechos
de vida recién nacida
entre la luz...
que me ciegue
que me inmole
y que no hagan falta
estas palabras
ni ninguna otra
para volver
y seguir fingiendo
ser inocentes
ser inexpertos...
y que lo sabemos todo
sobre el mundo
y que no nos importan
las despedidas
y que nos vemos mejor
a oscuras.

Congélalo.
Antes de que deje...
de oler a mandarinas...

Till There Was You

Solía inspirarse en su propia decadencia, en sus farfulleos, en el salitre impregnado en la piel. Solía buscar el amor a tientas y con los ojos cerrados, la complacencia y los susurros a la luz del día. Solía encontrarse con el viento sin quererlo, sin acordar ser arrastrado en su rumbo entre hojas de árboles caducos. Solía rozar las margaritas con los dedos, si las veía al pasar ausente por los jardines sin dueño. Solía subir las persianas al llegar a casa y quedarse extasiado al contemplar el añil de un cielo carente de nubes y pintado de pájaros que planean buscando la brisa y el silencio y rehuyendo la jaula. Pájaros sin nombre que los encadene al mundo y con alas que llegarán más lejos que cualquiera de nuestras quimeras.
Solía admirar lo poético de la soledad.