Me gustaría saber el nombre de quién decide qué podemos decir y qué no; cuándo, dónde y de qué manera. Me gustaría saber los distintos porqués que nadie se atreve a preguntar.
Por qué es incorrecto hablar sin mirar a los ojos o por qué muchas personas dejan escapar demasiados te quieros y luego otras los guardan bajo llave en el cajón de los condones. Por qué tal vez estarás pensando que debería haber escrito el cajón de los calcetines. Por qué sentimos pudor.
Pero no me atrevo a preguntarlo. No. No lo haré.
Lo dejaré en el aire y me dará una pista el tiempo. Y el espacio.
Sí. Ellos lo harán.
Y averiguaré por qué no puedo hablar con la primera persona que cruce mi mirada sobre los colores y las figuras borrosas que vemos cuando cerramos los ojos. Sobre que si te concentras mucho, se forman a tu gusto. Ves una rana saltando al agua o dos personas muy, muy juntas que bailan un vals. Y de repente estás soñando. O quizá no.
Y descubriré si esa persona había pensado lo mismo alguna vez. Si al menos comparte conmigo algún que otro concepto. O si le apetece hablar conmigo de tabúes sin cuándos, dóndes y de mil maneras.
Me gustaría saber si será capaz de despegar mis labios que rehúsan de te quieros.
Sí. Lo sabré.
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