IV

La veo. Está mirando al faro, ensimismada. Le ha crecido el pelo en estos últimos dos años, ahora le cae ondulado por la espalda. No me ve. Suspiro. Esta vez sí es ella. Parece serena y eso me calma. Me acerco y sé que ella siente mi presencia, pero sigue inmóvil. Mantengo esos centímetros que nos separan, como si fueran viejos amigos. Como si siempre hubieran sido sólo esos pocos centímetros. La pausa se aferra a mis huesos, supongo que quiere seguir viviendo unos minutos más... Las olas rompiendo contra la base del puente son lo único que nos salva del silencio. De que el mundo vuelva a girar.
Su mano empieza a buscar la mía, despacio, insegura... Y yo se la doy y tiro de ella. Se da la vuelta y sigo sin soltarla. Suspira.


- ¿Qué hay con esos ojos? - creo que su voz está a punto de quebrarse. Su voz...

Y suspiro. Porque mi mundo ha vuelto a girar.


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