Le aterraba desvestirse de su inocencia,
dejar explorar sus curvas cerradas,
y la penumbra sobre la piel.
Sus ojos abiertos no lograban ver
que eran otros los miedos que debían
arrancar de su alma las lágrimas.
Como el temor de no volver
a fundirse en abrazos,
a susurrar en la noche,
a vaciar sus adentros.
Como el candor de creer
en la inmunidad de sus huesos,
en la coraza de su corazón,
en lo genuino de sus palabras.
Y cuando sangró la conciencia
por sus dulces engaños,
no quedó nada sobre su cuerpo.
Ni siquiera el miedo.
1 comentario:
A veces hay que tomar decisiones que parecen imposibles, otras dolorosas, para dejar atrás esos miedos y la inocencia de pensar que no serás capaz.
Me ha encantado :)
Miss Carrousel
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