Siempre, cuando termino un libro me quedo unos minutos en shock. Siempre. Reflexiono sobre cada palabra, frase y capítulo. Y sobre todo, sobre el final.
El final. Podrá tener 6438746724637846238 páginas perfectas un libro, pero si no me gusta el final, me habrá decepcionado de la manera más desastrosa y horrible.
La última frase. Un buen final necesita la frase idónea. La frase que me haga formular una sonrisa, que me quede con ganas de más, de respirar más palabras. Que me haga llorar, reír, saltar... pero sobre todo, soñar. Cuanto más tiempo dure el shock, cuanto más tiempo me quede tumbada en la cama, con los ojos cerrados o mirando al techo, cuanto más tiempo me dure la sonrisa de oreja a oreja, más anhelo me habrá provocado. Más anhelo de no despertar del sueño. Del sueño que es leer.
Toda historia se merece un final idóneo, ya sea ficticia o real. Ya sea la historia de Los cinco minutos que tardaste en comprar el pan, o El amor de tu vida. Tampoco soy una ingenua, bueno en realidad sí. Digamos que sólo cuando me apetece. Sé que todas las historias no tienen un final feliz. Que no siempre se comen perdices, pero... Entonces, ¿para qué existe la imaginación?
Siempre, cuando termino un libro, un libro que no tiene ese final que me es propio, que para mí es el correcto, sigo soñando. Siempre. Me invento mil y un desenlaces.
En verdad, eso lo hace aún más divertido, más inocente. Pero, de todas formas, es más bonito cuando está escrito con palabras, cuando no sufres ese minuto de decepción. Cuando lees la última frase, cierras el libro de par en par, cierras los ojos y piensas: ni yo mismo, podría haberme imaginado un final mejor.
Ahora, cierro los ojos y sueño con uno de los mejores finales que no me he podido imaginar. Con un 'Marina, te llevaste todas las respuestas contigo'.
2 comentarios:
EH, EH. COINCIDENCIA. Cuando he comenzado a leer este post me ha venido a la mente el final de Marina. Oh joder, es tan guay D:
Ohhhh, te gusta Marina :33 Gracias por leer *-*
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