A veces me haces confiar en las constelaciones, otras en cambio, siento que en lo que transcurre un cometa, me hago adicta a los rayos del Sol. Aunque después de un par de pestañeos levanto un muro indestructible, cuando me doy la vuelta lo derribas sin pudor. Si mi tarde no es de color de rosa, me vuelves daltónica. Y al día siguiente has desaparecido de mi mente.
Espero que no me lo tengas en cuenta, pero es que no sé ni tu nombre.
Y ojalá tampoco te importe, que te llame como quiera.
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