Se podría decir que, a partir de ese sueño, algo pequeño (aunque no se puede medir con un metro) sube como un pájaro en pleno despegue (o aterriza en picado). Supongo que depende del pájaro y del tamaño de sus alas. O tal vez lo que importe sean sus ganas de volar. Quizá sea un águila que planee a centenares de metros sobre la tierra o un mirlo a ras de suelo que bata las pequeñas y oscuras alas despacio, muy despacio.
Pero, ¿sabes qué? A pesar de su oscuridad y fragilidad, de la ligera brisa que causa su vuelo... el canto del mirlo es de los más bonitos del mundo.
Y a mí nunca me ha dado miedo ir despacio, muy despacio...
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