Mariposas

Parece que esos insignificantes detalles que volvían al mundo palpitante se deshacen con más violencia que las cenizas... Y es que ninguno de estos errantes que se hacen llamar seres llorarán por esta causa, que las antípodas quedan ya muy lejanas y que todo sigue su insípido curso. Si es necesario, que nos honre con su último suspiro, agonice y nos deje en los escombros más marchitos. Y en el caso de que estos cadáveres se dignen a transformarse, siempre lo harán a peor, siempre en polvo. Con cada amanecer la náusea que trepa por la garganta asciende un tramo más, los rostros que deberíamos olvidar se graban a fuego lento, y lo que tendría que cambiar permanece en una monotonía estática e impasible que oprime las arterias. Y no sé si soy yo o es el mundo. Si es el hastío que lo habita o las piedras las que cohíben. Sólo sé que hay algo que desentona, una melodía demasiado aguda que sobresale en esta oda. Así el silencio se gana el afecto...
Y que los cadáveres cesen de corromperse. De corrompernos. Sólo eso. Y más, más, más. Porque si hay algo que no basta es la vida y esto no es ni vida. Y si cada hueso de cada víctima culpable de su propio tedio sigue intacto, que alguien me diga dónde no se esconde la esquizofrenia. Y si dementes continuamos robándonos el aire unos a otros, ¿q
ué nos diferencia de la muerte? ¿Cuándo empezamos a quitarnos la vida que ni es vida?
Es impura coincidencia que el cielo, menos admirado que nunca, haya aumentado en negrura. ¿Y si esta danza macabra sigue con su recorrido infinito? ¿La esperanza conoció alguna vez tal desesperación?
Pero... dejémonos de quimeras, ningún poema va a transformar los cadáveres en mariposas.

2 comentarios:

Cristina Torrecilla dijo...

Yo lo llamo "compartir el aire", más bien. Así es bonito.

Celia P. dijo...
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