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Echó la manta a un lado, soltando un bufido, y se levantó del sofá. Y sin mirarme siquiera a los ojos, agarró el mando con sus pequeñas manos y apretó el botón de pausa. Frunciendo el ceño, aparté el movil, y estuve a punto de preguntarle "¿Qué pasa ahora?", pero al cruzar mi mirada con la suya, no pude evitar echarme atrás.

 ¡No te entiendo lo más mínimo!  exclamó mientras se dejaba caer en el sofá.  ¿Qué estás haciendo?  y me miró como si estuviera completamente loco, como si no supiera nada del mundo y, en mi inocencia, hubiera cometido el mayor de los crímenes. Ante mi evidente estupor, se llevó las manos a la cabeza y apuntó con el mando en mi dirección, al aparato que se encontraba a mi izquierda. 

 ¿Esto?  pregunté, incrédulo, mientras le mostraba el móvil. Asintió, sin apartar su mirada de desaprobación sobre mí, escondiéndose el pelo detrás de las orejas. Se recolocó la manta para tapar del frío cada centímetro de su cuerpo y un suspiro se escapó de sus labios, demasiado tiempo siendo preso.

 Te has perdido la mitad y ni siquiera sabes por qué, te lo juro. Te has perdido la forma en la que se miran, cuando se creen que nadie lo hace, la forma en la que se desliza bailando y cómo se acercan sus manos al otro lado del asiento, buscándose. No has visto el brillo de sus ojos cuando sale al escenario o cómo reconoce a una extraña detrás del espejo, esperando que alguien la encuentre. Y no has visto cómo el mundo se para, por sus dudas, y empieza a acelerar, al ritmo de la música. Y te lo has perdido todo, ¿para qué? ¿Para dar algún like y compartir un par de posts? ¿Para gritarle al mundo que no estás en el mundo?  y antes de que pudiera replicar con excusas vacías, pulsó el botón de play.

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