Qué frío hace en la clase de Latín. Es lo primero que he pensado al entrar en clase, me he sentado en el primer sitio que he pillado, no me importaba, sabía que no iba a hablar con nadie. No me considero antisocial ni nada por el estilo, simplemente me encontraba en uno de esos momentos en los que no te importa expresar tu indiferencia hacia ciertas personas. Se me habían olvidado demasiadas cosas. Se me había olvidado la rutina, los bolis que se caen, los estuches que vuelan, las cartulinas de colores y los libros que pesan toneladas. Y, creo que se me habían olvidado porque cuando estás mucho tiempo con otras personas te absorben, consiguen quitar importancia a todo lo demás. Eclipsan todo a su alrededor, con su ausencia. Me pregunto si algún día podré llegar a ser como un eclipse solar para alguien.
Sigo pensando que es curioso. Qué frío hace en la clase de Latín. Era como encontrarse en medio de un iglú, o dentro de un manantial helado. Todo como un témpano de hielo.
Cuando ciertas personas se van se llevan todo su calor con ellas. Son como un radiador andante, de combustible infinito.
Creo que nunca ha hecho tanto frío en la clase de Latín.
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