Un regalo que puede que no valga nada


Creo que todos pensamos que la inocencia es algo que cuando se pierde, no vuelve. Cuando desaparece, se dice que la venda que teníamos sobre los ojos se va con ella. La confianza vuela, pero no como un pájaro, más bien como una granada lanzada por un militar en plena guerra civil. Y cuando cae al suelo, explota. Corrompiendo miles de recuerdos que creíamos que perdurarían para siempre intactos. Pensamos: ¿Y si esta no es la primera vez que me engañan? ¿Y si aquel abrazo escondía un mal acto? O... ¿y si lo escondían todos?
En cambio, también creo que estamos un poco equivocados. Que hay personas que, sin ni siquiera creerse lo suficientemente especiales, te la devuelven. En un paquete rojo, con lazo y purpurina incluidos. Quizá solo hace falta un abrazo en el momento indicado, o puede que un beso.
Se dice que una persona inocente cuando es herida, piensa que lo más probable es que haya sido por error, un simple descuido. Pero, no siempre eso es cierto, de hecho, solo algunas veces.
Por todo eso pienso que ser demasiado inocente es más que pernicioso, pero no tener ni un atisbo de ingenuidad es mil veces más perjudicial. Y, entonces... ¿Por qué no un término medio? Ni cegar, ni ser cegado. Sencillamente, ver. Ver la vida como es.
Aunque, amo el optimismo, un poco de objetividad tampoco está mal. Optimismo, objetividad y pesimismo en su justa medida; sería increíble poder repartirlo entre aquellas personas que se quedan cortas y esas otras sobrantes.
Y, por eso, si crees que lo necesitas, te regalo un poco de mi optimismo. Si lo quieres, para ti.

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