Lo siento si a veces te interrumpo, o parece que no te escucho. Lo siento, de verdad. Pero sí lo hago. Y pienso en tus palabras constantemente, casi en un continuo delirio.
Y lo siento, cuando me las invento, cuando me imagino mis ojos mirando los tuyos. Aunque estén cerrados, aunque nunca se hayan abierto.
Y te suplico que me perdones por hablar de ti, o por decir que no te encuentro. No te pienses que, al menos, no te busco. Y espero que no te olvides de recordarme que cree estas palabras, aunque no tengan sentido.
Te juro que lo intento, que a veces veo partes incompletas de ti cruzando la esquina, ocultándose detrás de las puertas o susurrándome desde el otro lado de la pared.
Y, por favor, no me odies por nunca terminarte, por impedir que cobres vida, por mi impuro egoísmo. Al fin y al cabo, yo tampoco sé darme forma. ¿Cómo voy a atreverme a delimitarte?
Sé paciente y espérame, te lo pido. Porque, de verdad, soy sincera cuando te digo que, pienso que tú y yo, cualquier día, saldremos del papel.
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