La música del silencio

No he intentado rellenar el agujero de mis pensamientos con palabras vacías, con palabras huecas y sin sentido. Sólo he permanecido en silencio, dejándome amedrentar por él, permitiéndole que hable por mí.
Y lo que menos me desconcierta es que tiene que decir mucho más que yo, es que tiene más música dentro que nadie que haya conocido nunca.

Y me decido a escucharle, a que mi respiración queda sea acompañada por la suya, a que su intensidad atraviese las paredes.
Pero tiene tanta prisa, tanto miedo a que cualquier otro sonido le vuelva mudo, que entrecorta sus palabras con las siguientes y soy incapaz de entender algo más allá de sus sordos quejidos. 
Pero no puedo rogarle que hable más despacio, que intente apaciguar su ansiedad. Si lo hiciera, jamás volvería a sentirlo dentro.
Así que espero a que su propio agujero se complete, a que se adueñe de su misma mudez. A la música del silencio.

loeresloeresloeresloeresloeres

Siento que hay algo dentro de mí. Algo que es inquieto, impredecible. Algo que es mejor de lo que jamás tendré. Pero es imposible de alcanzar y si, por casualidad, siento que estoy a punto de rozarlo, la posibilidad de que sea intangible y pase a través de mis dedos me aterroriza y paraliza. Me deja inmóvil, incapaz de efectuar otro movimiento que no sea el propio temblor de mis manos. Y permanezco en este trance por más tiempo del que puedo imaginar. A veces dudo de si es un sueño o no. Y a pesar de ello, creo que es lo más intenso y real que he sentido nunca. Siempre que vuelvo en mí, mi labio inferior está marcado por mis dientes y la boca me sabe a sangre. Pero no siento dolor alguno, solo ganas de mirarme en el espejo mientras acaricio las grietas de mis labios con las yemas de los dedos. Me gusta mirarme en el espejo. Mirarme tanto tiempo que olvide la sensación de encontrarme con mi propio reflejo y me confunda con otra persona. Es entonces cuando puedo percibir mis facciones como si fueran las de un desconocido y juzgarlas honestamente. Así noto cosas de mí mismo que era incapaz de sentir antes, como el patrón que siguen las fibras del iris más cercanas a mi pupila o la forma en la que se arquea mi comisura al sonreír. Cuando me doy cuenta de lo genuino del momento, no puedo evitar que se erice mi piel. Y me siento tan extraño, tan lejano de mi cuerpo, que me aterra la idea de no poder volver a él nunca, de alejarme tanto que me sea imposible considerarlo parte de mí de nuevo. De quedarme perdido en el aire, como si fuera una hoja caduca que vuela sin rumbo hasta que aterriza en el suelo y es aplastada por las pisadas de un extraño que no percibe su vacío. En ocasiones me paro a pensar en lo triste que sería para un árbol no escuchar el sonido que producen sus ramas al ser sacudidas por el viento o el canto de los pájaros que descansan en su copa. Es muy triste que no sienta los ojos de quienes lo miran con nostalgia... Y mientras pienso en esto, un día ha pasado y otro, y otro más. Y sin embargo, realmente no ha sucedido nada. Nada ha cambiado a mi alrededor. El fuego sigue quemando y el agua todavía calma mi sed. Pero algo dentro de mí me hace sentir que cada pequeño detalle del mundo es totalmente diferente a como solía ser ayer. Jamás miraré algo con los mismos ojos con los que lo estoy mirando ahora. Y todo sucede tan lento, y a la vez tan deprisa, que me entra vértigo de pensar en cuál de las dos opciones es correcta. En cuál es mejor elección. Y la sola idea de que tenga que renunciar a una sola de ellas me paraliza. El tiempo es algo que siempre me ha obsesionado. A veces me odio a mí mismo por ser incapaz de prestar atención a lo más cercano a mí, a lo más obvio de percibir, como desconocer si la persona que tengo enfrente está sonriendo o llorando de impotencia, y no obstante me pierda a mí mismo entre el olor del césped recién cortado cuando llueve o en el tacto de mis labios agrietados. Y me da miedo que se crean que me son indiferentes, que sus palabras no me resultan fascinantes. Te juro que lo son. Te juro que lo eres.

Pesimismo inteligente

Reíd vosotros, optimistas e ilusos,
Bailad, aunque no haya música,
Durante noches que no querréis recordar,
Sobre una luna que solo brilla por sí misma,
Y no por vosotros, infelices.

Y nosotros, a los que el realismo nos mantiene cuerdos,
Y el pesimismo anclados a unas olas inmóviles,
Dolientes de algo que todavía no hemos vivido,
Cansados de caminar a la deriva,
Nos ahogaremos por la luz que nos ciega desde dentro.

Interrogación

Le aturde el silencio rotundo que sale de su boca
el impulso eléctrico del impertérrito
el torrente de ideas que mueren al nacer
el reflejo de las gotas vaporosas
el tacto dulce de temblores quietos
el falso candor de quien no tiene miedo
la sombra nocturna que despliegan las alas
el sinsentido de unas palabras que desaparecerán

Romper el cristal

Hay un cristal. Creo que hay un cristal. No sé exactamente dónde está, ni lo he visto ninguna vez. Pero sí, algo dentro de mí sabe que existe. Tampoco conozco su grosor ni su resistencia. No sé si alguna vez podré rozarlo con los dedos o echarle el aliento y dibujar sobre él imágenes que haya soñado, figuras que pinto automáticamente sobre cualquier papel. Creo que soy incapaz de verlo porque se extiende sobre todo lo que conozco, sobre todo lo que se posa ante mis ojos. Y me impide llegar a tocar nada, a sentir nada. A lograr a ser parte de algo. A sentir que soy un componente del mundo. A rellenar el vacío.
En ocasiones siento cómo se ensancha, cómo me separa aún más de la realidad. Y, en ese instante, me veo reflejada en él, veo mi rostro sobre su superficie preguntándose cuántos kilómetros va a abarcar el cristal, cuánta distancia me aísla del mundo. Cuándo se va a romper.
Y sí, hay momentos en los que siento cómo se resquebraja, cómo se llena de agujeros, cómo se llena mi interior del aire más limpio que me ha rodeado nunca... E intento aferrarme a esa experiencia, intento que lo más profundo de mi alma se ilumine por esa luz tan nueva, tan brillante, tan genuina.
Y te juro que logro creérmelo, que consigo, aunque solo sea durante los pocos segundos en los que me miras, que el cristal desaparezca. Consigo que seas parte de mí.

Ser parte de algo que sí existe

En los sueños en los que es un personaje más, conforme la historia avanza, su rostro se deforma poco a poco. Al principio es capaz de reconocer a la perfección sus uñas, su pelo, sus labios y su nariz, pero luego todos sus rasgos se amoldan a los de otro. Y, a pesar de ello, algo en su interior sabe que es ese personaje desconocido.
A veces se pregunta por qué. ¿Qué razones se ocultan detrás?
¿Se divierte ante la idea de ser otro, o solo por dejar de ser uno mismo?
¿Anhela, sin saberlo, perderse a sí mismo entre cuerpos más definidos, más esbeltos?
¿Entre sonrisas que no estén torcidas, entre unas manos que no tiemblen si nadie las sujeta?
¿Acaso quiere desaparecer?
¿Y no serán esos cuerpos, que no pertenecen a nadie, los que desean ser abrazados, ser parte de algo que sí existe, que sí tiene fondo?

dreams have a knack of just not coming true

Cuando percibo mi situación, intento aferrarme al más cálido silencio, pero soy incapaz de hallarlo en alguna parte. Ni siquiera en el más tenue y oculto rincón. Mis ojos buscan desesperadamente una salida, pero mi yo más lógico y paciente sabe que es en vano. Que allí, aunque el neón ilumine la pista de baile con decenas de colores, la luz no va a hacer que brille mi piel... que allí, el frío no va a ser tan fácil de burlar.
Y una parte de mí cree que la única solución es cerrar los ojos y dejarse llevar, dejarse arrastrar por el sonido que retumba en mis oídos...
Pero no. Sé que eso me haría perderme a mí misma. Me haría desaparecer.

Y...

Me sorprendo a mí misma dibujando la imagen de una libélula grisácea, casi transparente. La inexistencia de su brillo me acongoja. ¿Dónde se oculta su intensidad, su color? ¿Y por qué, a pesar de su candor, se congelan sus alas?
Me pregunto si es ella o es mi mano. Si es su palidez o mi opacidad. Si son los pigmentos de mis pinturas, que han olvidado el concepto de literatura, o si es el arte en sí, que evita, receloso, que sus alas se desdibujen en el papel y decoren el aire.

Y, sin embargo, me asusta la idea de que lo consiga, de que huya de este cuaderno y no mire atrás, y... 
...y no pare a reflejarse en mis ojos.

Un pozo que mira al Cielo

¿Por qué? 
si retenemos todo lo que nadie tuvo
si descubrimos arte donde nadie lo advierte
si inspiramos con fuerza y sin motivo

¿Por qué? 
si el vello no solo se eriza de frío
si dormimos hasta tarde cada tarde
si echamos de menos lo desconocido

¿Por qué? 
si nos duele no ver amanecer
si el alma se consuela en cualquier calle oscura
si el viento acentúa nuestras pisadas

¿Por qué? 
si nos vemos reflejados en pupilas
si sentimos la electricidad en las yemas de los dedos
si gritamos de auténtico éxtasis

Y si somos capaces de apreciar a los pájaros
de no temer a la finitud de la existencia
de aferrarnos a lo más inconcebible e insípido

Y si somos libres de sentir la sangre entre las uñas
de agarrar la piel de quien nos deslumbra
de caer con el corazón desgarrado al vacío

Y si somos expertos en maquillar el mundo
en pintar las tormentas de celeste
en imaginarnos por encima de esta bóveda

Y si somos ilusos por abrazar el pretérito
por buscar lo intrínseco en lo homogéneo
por fingir ser parte de un todo

¿Por qué?


Otoño

Parece a salvo
abrazada a su tronco
pero desde las ramas
resurgen agujeros
frío
y se le evaporan los ojos
de pánico
de hierba que no pisará
de mundo que no verá
hojas caducas
y
viejos amigos que brotan

arrancando sus raíces

Desde mi ventana

Al alzarse, la persiana se queja
y me deja contemplar
un jardín sin dueño
un rastro de amapolas
una rama solitaria
y pájaros que caen víctima de los gatos

algunos gatos duermen
algunos gatos trepan
algunos gatos beben
algunos gatos se estiran
y solo un gato me mira
con unos ojos verdes
que huelen jazmines
y arrancan las alas de los gorriones...

...pero desde mi ventana
mis ojos vuelan por ellos

La flor de tu piel

Se despertó sobresaltada, acongojada de repente por la crueldad que bailaba en sus pesadillas. En sus sueños, una lágrima salpicaba una pupila sin brillo, marchita en unos ojos ciegos. Nacían estrellas opacas, atadas a un cielo mortecino. La agarraban manos sin pulso, prisioneras de carne fría y azul. Y la oscuridad no tenía límites; engullía las últimas palabras, los primeros besos, las lunas llenas, los cometas de agosto, las crisálidas y los ríos cristalinos.

Y su corazón, impasible.

Y fingir que sueño en tu pecho

no sé si eran las sábanas
o mis dedos los que acariciaban
no sé si era el estruendo
o el silencio el que se desvanecía
y no sé si era tu cama
tu habitación
tu tele
tu gato
tu colonia
tu voz
tu respiración


solo sé que eras tú,
que eres tú.

Cascadas de mirar

Eran nubes de fuego, mares de espuma, tormentas de estrellas, incendios de plata y cielos de luz. 

Eran jazmines violetas, puertos oscuros, arena húmeda y brumas
 vacías.

Eran violencia pura, despertar quieto y sueño olvidado.

Eran súplicas sin voz y melodías sin final.

Eran cascadas de mirar.

Eran.

Inocencia

Le aterraba desvestirse de su inocencia,
dejar explorar sus curvas cerradas,
y la penumbra sobre la piel.

Sus ojos abiertos no lograban ver
que eran otros los miedos que debían
arrancar de su alma las lágrimas.

Como el temor de no volver 
a fundirse en abrazos,
a susurrar en la noche,
a vaciar sus adentros.

Como el candor de creer
en la inmunidad de sus huesos,
en la coraza de su corazón,
en lo genuino de sus palabras.

Y cuando sangró la conciencia
por sus dulces engaños,
no quedó nada sobre su cuerpo.
Ni siquiera el miedo.

Lágrimas de plata

Gotas de agua caen del cielo
y bañan las nubes de resquicios de plata.
Gotas de agua calman mi sed
y apaciguan el miedo
que no me atrevo a sentir.
La negrura engulle su brillo
y cae otra gota de plata.
La luz acaricia la piel
y la soledad se ahoga de vacío.
¿Por qué jamás va a tocarme
esa gota de agua?
¿Por qué jamás voy a arder
entre las ascuas del fuego?
«No te estremezcas» grito
ante esta anáfora que
jamás helará mi sangre:
llegamos y desaparecemos en silencio.
A oscuras.

Tinta negra

Y es que estas letras me atrapan en sus telarañas, me sumergen en sus lagos de viento y marea, de infinitud y tierra mojada. ¿Y yo quién soy para negarle sus deseos? Si sólo soy formas encerradas en un cuerpo quebradizo que escupe tinta negra sobre papel blanco... Tinta que a veces dibuja precisos paisajes y otras se descompone en formas indecisas y temblorosas, manchas que pretenden ser más que meras sombras y penumbra. Tinta negra que ansía ser luz.
Y el cuerpo desfallece cuando quiere definirse sobre tanta superficie, pero no aprende de límites y no teme el colapso. No sabe de cálculos y física. Sólo aspira a reflejarse en poesía, en vaciarse el interior para que las formas huyan de la jaula, salpicadas en desequilibrios; en tinta negra.


Tinta negra que será luz.

Sí.

Bóveda nocturna

las sombras sepultaron tu voluntad
se entremezclaron con el aire
que atravesaba tus pupilas vacías
y una voz queda maúlla
y una luna ya no brilla

quedan dos en tu bóveda nocturna
su órbita se estremece
su negrura adolece
y no encuentras ninguna cura

sale el sol y se iluminan
las promesas de unas sombras
que no pueden hablar
y te crees a salvo
y te ves temblando
sujeto de delirios
que no puedes ignorar 
Iluso.
La noche no es su único escenario.

Nada

Parecía que las infinitas brumas tenían más densidad que ella misma. Ardían y le impedían abrir sus ojos negros. Así que caminaba a tientas por el bosque de Nada, buscando lo que todos buscan cuando llega la noche sin estrellas. Aunque jamás se había encontrado. Por eso mismo cada ente con ambición arde en deseos, no ya de conseguirlo, sino de al menos rozarlo con las yemas de los dedos o de mirarlo de soslayo. Pero sus ojos negros no eran como los de los demás. A pesar de su opacidad y de que nadie se hubiera reflejado en ellos, tenían un fondo limpio e inquieto. Y eso es algo que no se halla fácilmente. Eran sequía, desiertos. Nunca se ponían vidriosos. Nunca decían nada a nadie. Ni siquiera al bosque.

Pétalos entre páginas

Sus infinitos pliegues se bifurcan, se entrecruzan mirándose de soslayo. Y los olores que despiertan en mí ya no son dulces, ni siquiera cítricos. Son de flores que han perdido la intensidad por el camino, que dejan resquicios suaves, imperfectos. Mortales. Son olores indefinidos e inconstantes, por los que merece la pena forzar los sentidos, arrastrarlos por un valle de incomprensión; que resulta no ser del todo desconocida, si te fijas bien. Si te paras a descubrir lo que esconden sus puertas entreabiertas, las que solo aprecias por instinto. Las que tu cuerpo atraviesa movido por hilos invisibles porque algo que palpita dentro de tu ser te reconduce por los caminos de la curiosidad y el misterio. Y una vez en sus senderos, no eres capaz de no perderte. No eres capaz de no querer no perderte.
Una vez adentrado en sus páginas vetustas, renuncias a todo lo que no huela a flores marchitas y quimeras. Y te ahogas entre sus sábanas de terciopelo, entre el hueco que te separa a ti y al mundo. Te desdibujas en un aire que no logra viciarse; pues hace tiempo que no estás respirando, amor mío.

The eternal sunshine of the spotless mind

There's oblivion and life
And a thousand memories behind

There're souls and some wonder:
what's to love
what's to be loved

Silent tears when they're forgotten
Smug smiles if they forgot

Some deny
Not blind enough to see
Blankness and pride
Are made of spineless stems

Prays without belief
That branch that broke

And I pity and pity and pity
Never seen such pretty thorns

My mind is full of roses

«El corazón que ríe»

Pocas veces nos llamamos
por nuestro nombre
«No lo desgastes con tu boca
No te acostumbres al sonido»
¿O te da miedo morir
y besar al olvido?

Pocas veces nos miramos
a los ojos bajo la luz pálida
«No los dejes brillar
No te deslumbren el alma»
¿O te asusta que existan
miradas que ardan?

Pocas veces nos abrimos
de par en par con pureza
«No lo quiebres corazón
No te deshagas del frío»
¿O te aterra que alguien
colme de amor tus vacíos?

Y no pocas veces juzgamos
de ficticio lo innato
de fuego la lividez
de ensueño lo opaco
¿No te ahogas de pecar
de vulgaridad?

Los que callan
Los que niegan
Los que cierran
Los que adocenan
Dejad de temer a los versos
Dejad de temblar si me salto

una estrofa

o dos

La niña alegre de la pintura y las claves de Sol

No sé si pensaba que era un fraude o un fracaso, algo roto e inane. No sé si pensaba. Estaba perdida en un laberinto que había edificado ella misma. Se había hundido entre las rosas y desangrado con sus dardos. Y la salida...la salida se distorsionaba por la incierta mediocridad que ella se había infundido en sí. Pobre niña perdida, desorientada en su isla desierta. ¿Por qué no miras atrás, niña perdida? ¿Por qué no bajas la vista y miras tus manos? Pero el azul lágrima de sus pupilas no le permitía ver los muchos dedos que se aferraban a sus muñecas. Pobre niña perdida, que no puede vislumbrar el brillo en los ojos de quienes la quieren.
¿Cuándo vas a volver, niña perdida? ¿Cuándo vas a ser de nuevo la niña alegre de la pintura y las claves de Sol?

Aquí, en nuestro jardín, te echamos de menos.

All the lonely people

Hay un muro enorme
y cada vez se hace más grande
sé que no llega a tocarme
pero me siento despedazar
por ese gigante de piedra
¿de dónde viene?
¿a dónde pertenece?
Y cómo va a contestar
si ni yo misma sabría

Por qué

A veces me encuentro a mi misma
enredada en estos pensamientos
por qué escribes
por qué
pero habiendo una pregunta tan maravillosa
sería estúpido pararse a buscar una respuesta
(aunque cabe a destacar que yo siempre he sido un poco idiota)
y por qué no
es aún más complicada

A veces la escritura es tan simple
y a la vez te llena tanto
que empiezas a creer que las palabras
no mueren
no se marchitan entre estaciones
viven más adentro de ti que tú mismo
casi puedes saborear la eternidad
casi

A veces la escritura es tan vacía
y a la vez te hiere tanto
que aprendes que las palabras
son capaces de matar
y si mueres
dónde encontrarán refugio
si tu pecho ya no existe
ya no

Su vida

es la de un pájaro
en una caja gris
con un agujero
por el que ve el mundo

un pequeño pájaro
de horizontes gastados
y paraísos perdidos

soledad
junto a ventana cerrada

pobres ojos negros
que nunca sabrán
lo que es la brisa

desgarra que ni las palabras
sean bálsamo y consuelo

olvida
pequeño pájaro
y ancla tus alas
en el mundo de los sueños

El arte de mirar con amor

No era plenitud ni vacío,
era Ausencia.
Carencia de brillo y matices.
Falta de presencia.
Pero era. ¿Vida? No sé.
Su piel se aferraba al frío,
al dolor de no sentir dolor.
A la pérdida de fe.
Fotogramas sin color
componían sus escenas
y retazos sepias de deslices
que enfocaban a su esquela.
Cuando huía de pantalla,
vestida con rasgadas telas,
olvidaba que era Ausencia
de sentimientos y ganas
de dar a sus huesos calor
y alzar sus maltrechas alas.
Si eras de los pocos que conocen
el arte de mirar con amor,
sabrías que detrás del escenario
ella brillaba con más candor
que los astros en el cielo.

El escritor se repite

El escritor se repite
se ahoga en sus propias metáforas
trasgrede el silencio
con una música que nadie entiende
ni siquiera él

El escritor se reinventa
renace con cada amanecer
se pierde en rabos de nubes
en verdes pigmentos y
en hojas caducas

El escritor muere
su olor se desvanece 
sus versos se olvidan
pero el motivo de su música
nunca morirá

Después del escritor
las nubes seguirán en el cielo
la brisa correrá
las hojas caerán de los árboles

El escritor se repite
se ahoga en sus propias metáforas
trasgrede el silencio
con una música que nadie entiende
ni siquiera tú

Más luz

Dime qué se oculta entre la niebla y la nitidez. Qué hay detrás de las superficies. Qué hay dentro de lo compacto. Dime si puedes ver a través de los cuerpos opacos, de la inmensa oscuridad. Si brillan unos ojos cerrados o a qué huelen las flores marchitas. Enséñame el sabor de la nada y el llanto del frío, el susurro del silencio y la brisa de la calma. Rózame con palabras que no salgan de tu boca, envuélveme con una lluvia que no moje la piel escarchada. Hiéreme con inocuas caricias, con miradas apagadas con más luz que los astros. Dime qué falta cuando lo tienes todo, qué sobra del vacío. Si hay relámpagos sin destellos o seísmos quietos, hogueras sin cenizas o tierra intangible. A qué aúllan los lobos en luna nueva, por qué la vida mata y la muerte vive.
Dime si sientes lo que hay en mi pecho.

Paraísos artificiales

Nueve días sin ti, y no sabes cuánto te añoro, te anhelo. Nueve días sin ti, y ya siento como se me desgarra el alma. Sólo nueve días, y me siento más maldita que poeta, con más bazo y con menos corazón. Pero, ¡el encuentro! Es tocarte de nuevo y resurgen los cálidos pensamientos, el equilibrio, la tinta negra. Es formar parte de ti y olvidarme de las antinomias, de la ardiente frialdad de las costillas y del acero roto. Y es sentir la brisa que brota de las palabras, de la poesía, de la improvisación, y la angustia se diluye, se escapa por los poros de una piel más clara y suave, casi de porcelana.


Tú, paraíso artificial, evasión de mil hastíos. -París de gatos negros y bohemia.-

Porque sin ti no hay Faustos que vendan su alma al diablo por Margaritas, ni Julietas que emponzoñen su sangre por Romeos. No hay Venus y Adonis, ni bóvedas nocturnas que adorar, en las que se posan los albatros. Sin ti no me empaparía de obsesiones malditas que desembocaran en esgrima, en funesto destino. No se dispararían balas por amores condenados a morir desde las primeras ascuas.


Mi cuerpo, adicto a tu opio, seguirá siempre el camino del veneno.

Gracias

Gran parte de lo que escribo nace de ti, de tu voz, de tu acento, de tu color. Pero luego se expande, gira, se transforma y se mezcla con mil sentimientos de los que solo he oído murmurar en sueños, de los que nunca me he atrevido a hablar. O a escribir, hasta el momento oportuno. Hasta que ni yo misma puedo resistir el impulso de deshacer cada pedacito de mí en palabras escritas, hasta que el no desdibujarme sobre un folio en blanco me llevaría a la locura, a mi perdición. Y es que a mis quimeras solo les gusta ahogarse entre letras y música, entre pura química y silencios. Entre la brisa, que cada día noto más gracias a ti.

Realidad onírica

Me conmueve evocar los recuerdos de orígenes remotos. Tan remotos que la reminiscencia es borrosa y nubla, casi nula. Tan remotos que suscitan los celos de las antípodas. Tan remotos que sólo consigo evocar retazos inconexos. Y sin embargo, son los que siento más adentro, cobijos de mis entretelas. Sin embargo, son los que logran desdibujarme con más nitidez e intensidad. Y el contorno de mi sombra huye del papel y se desfigura en el aire, manchado por los colores del viento. Mezclado con imágenes de sueños tan reales como mi propio reflejo.

El dolor de perderte rebosa

la vida que se nos va de las manos
que se escapa, de improviso
que nos vacía la luz

la vida que parecía tan segura
tan hecha para nuestra felicidad
se ha ido

al lugar donde los niños lloran por primera vez
donde los ancianos se arrugan al reír
donde los libros huelen a nuevo

y el dolor que nos causa no poder 
poner remedio a la muerte
al fin de esta vida prematura
no cabe en este verso

Olor a mandarinas

Solo... inténtalo...
congelar el momento...
antes de que deje...
de ser nuevo
de ser puro
de perder la razón
de perderme
entre la mezcla
de olores recién hechos
de vida recién nacida
entre la luz...
que me ciegue
que me inmole
y que no hagan falta
estas palabras
ni ninguna otra
para volver
y seguir fingiendo
ser inocentes
ser inexpertos...
y que lo sabemos todo
sobre el mundo
y que no nos importan
las despedidas
y que nos vemos mejor
a oscuras.

Congélalo.
Antes de que deje...
de oler a mandarinas...

Till There Was You

Solía inspirarse en su propia decadencia, en sus farfulleos, en el salitre impregnado en la piel. Solía buscar el amor a tientas y con los ojos cerrados, la complacencia y los susurros a la luz del día. Solía encontrarse con el viento sin quererlo, sin acordar ser arrastrado en su rumbo entre hojas de árboles caducos. Solía rozar las margaritas con los dedos, si las veía al pasar ausente por los jardines sin dueño. Solía subir las persianas al llegar a casa y quedarse extasiado al contemplar el añil de un cielo carente de nubes y pintado de pájaros que planean buscando la brisa y el silencio y rehuyendo la jaula. Pájaros sin nombre que los encadene al mundo y con alas que llegarán más lejos que cualquiera de nuestras quimeras.
Solía admirar lo poético de la soledad.

Brisa

Luna menguante
o creciente
qué importa
ahora
qué importa
la oscuridad
o la luz
qué importa
si el mundo
amanece
o nos traga
si nos subyuga
en su brisa
o en su calidez
qué importa
el horror
o el vacío
cuando miramos
el parpadeo
de estrellas
de planetas
o de labios.

Marzo

Si controlo mis pulsaciones durante un minuto más, mi corazón morirá. 

Si intento olvidarme y acariciar otros ojos, la verdad morirá. 

Si ahogo mi valor con pensamientos de vacío, mis entrañas morirán. 

Si consigo fingir que adoro la soledad, el mundo morirá. 

Si acierto en mis conjeturas y me encuentro con la indiferencia, no moriré.

Entropía

La entropía se ha anclado a mi costado y ha ralentizado el tiempo, la Tierra, congelado las dudas que me atormentaban en las noches de luna nueva. No sé qué parte de mí habrá cambiado, pero ahora no me aterra encontrarme con mi reflejo, con mi imagen en el espejo. Encontrarme el alma si es que puedo, si es que debo. Busca entre los silencios y se hace hueco, se hace lugar, se hace literatura. Intenta llegar al centro. Me hace perder el sentido, mi horizonte, mi postura... Y pierdo las palabras, que se escapan sin despedidas, ni compasión fingida. Pierdo las alas, pierdo la calma, que ya ni es contenida por la brisa de tu vuelo. Me pierdo... Y gano en desgaste, en sonidos, en fugacidad. Me quedo sin tinta y no sé si hay garantía de sobrevivir a la verdad. Pero por primera vez no me quiebro, no desespero por la entropía, que me atrapa en sus enigmas, en lo que nunca sentí. En el descontrol que me hace rogar que el viento del exilio me lleve hasta ti.

Septiembre

Si las rosas se marchitaran
si la lluvia aullara con fuerza
nuestro jardín
no sería el nuestro

Si los cometas no brillaran
si los agujeros se abrieran
no tendríais lugar
en el universo

No encontraría sentido
en las galaxias
ni en las anáforas
de mis versos

No encontraría consuelo
en las espinas
ni en la brisa
de lo eterno

Si no hubiera nacido vuestra risa
qué sería de esta estrofa
qué sería de la libertad
qué sería del amor

Si conociéramos otra música
a dónde irían las promesas
a dónde irían nuestros bailes
a dónde irían los recuerdos

Y si no existiera la luna
cómo coincidir en esta vida
cómo iluminar lo aciago
cómo distinguir vuestros ojos

Y si mi compañía será otra
qué hacer con las promesas
con la risa
con la galaxia
con la luna
con la música
con el amor
y con el tiempo que me queda 
sin vosotros.

Sin miedo

Y que si tienes tristes los ojos, no intentes hacerme reír con esos dedos. Que de mis costillas no se escaparán las carcajadas, sólo quejidos que emulen tus miedos. Sólo temblores que intenten apaciguar el desasosiego. Sólo son huesos que se rompen por la nada, por la nada que se refleja en tus ojos. Por la nada que siento en mi propia pupila si se cruza con tu mirada. Por la nada que no quiero. Por la que me quiebro.
Y que si tienes tristes los ojos, no te confundas entre mi pelo. Ni te quemes con mi hielo. ¿Es que no comprendes que ardo en deseos de enfriar las dudas? ¿Que me moriría por verme en tus ojos, por ser la cura? Y que si me tocas, que no sienta el desconsuelo, ni el vacío, ni mi frío. Que si me tocas, me toques sin miedo.
Y que si tienes tristes los ojos, no intentes fingir que estás vivo, que eres vida. Que yo sólo quiero vaciar de esa boca los tormentos, conocer cada recodo de tu silencio. Sólo quiero saber si eres luna menguante o creciente. Si puedo verte la luz.

Sólo recordamos lo que nunca sucedió

- Me gustaría saber en qué pensaré antes de morir. O en quién. (Pausa). ¿Tú pensarías en mí?
- No lo sé. Tal vez.
- (Niega). Mentiroso. Y lo peor es que siempre lo has sido, desde que te conozco. Creo que no me has dicho más de seis palabras seguidas en toda tu vida que fueran verdad. Aunque, curiosamente, eso es lo que más me gusta de ti. Adoro tus mentiras, te lo juro. Hablar contigo es como jugar a los detectives. Tengo que estar constantemente concentrada en tus manos y en tu boca. Sobre todo en tu boca. ¿Sabes que tuerces la boca hacia la izquierda cuando mientes? ¿Eh? ¿Lo sabías? Lo haces constantemente, te lo juro. Todo el rato. Y las manos... ¿sabes que te tiemblan las manos cuando dices la verdad? 
- No.
- ¿Ves? Y eso que sólo ha sido una palabra. Hazme caso. Pero es que me fascina. Me fascinas, de verdad. ¿Y sabes por qué? Una vez leí en un libro que sólo recordamos lo que nunca sucedió. Era un libro muy bonito, en serio. Y eso significa que voy a recordarte por el resto de mi vida. Y eso sí que es fascinante. Sí. Casi podría enamorarme de tus mentiras. ¿Te gustaría que me enamorara de ti? (Tras un rato de silencio, niega con la cabeza). No, eso no vale. Tienes que decirlo con palabras. Vamos, dímelo.
- (Le tapa los ojos con las manos) No, no me gustaría.
- (Ríe). ¡Eso es trampa! Pero yo soy más lista que tú... (Intenta quitarle las manos de los ojos, sin obtener resultado)No estás temblando, mentiroso.

Voz

A veces me da por pensar que eres otro de esos idiotas por los que no vale la pena morir. Intento convencerme a mí misma de que eres uno más, otra mota de polvo que nunca aspiraré. Que no te mereces que despegue mis labios para tenerte dentro, ni para que te alcance mi voz. Mi voz...Y si mi voz llegara a ti, ¿sabrías entenderla? ¿Serías capaz de ver a través de cada matiz y cada pausa? ¿Podrías percibir las súplicas quedas de mi alma, las que ni si quiera yo comprendo?
Intento convencerme de que no, de que no lo harías. Y yo te dejaría ahí, en ese recodo de mi ser donde guardo todo recuerdo frustrado que no me atrevo a olvidar. Por si algún día brilla, o tal vez por si consigue corromperme por completo.
Y sé que me da por pensar que eres así, que eres vacío, porque creer lo contrario podría destrozarme. Podrías matarme. Pero, ¿y si merece la pena morir por tu voz?

Seísmos

Parece mentira
que siga temblando cada hueso de mi cuerpo.
Y aun así lo sienta más que nunca.
Y aun así me muera en mi silencio.

Parece mentira
que hayamos rozado tan poco la piel.
Y aun así lo desee con locura.
Y aun así me quiebre en tu epicentro.

Parece mentira
que te quedaras mirando mis trémulos labios.
Y aun así lo evite con ternura.
Y aun así me cobije en mis lamentos.

Parece mentira
que no cesen mis malditos seísmos.
Y aun así los retenga entre mis dedos.
Y aun así no me olvide de que miento...

Parece mentira que lo recuerde... y que estos versos no sean más que meras ilusiones.

La música del mundo

- No es que no me guste la música, ¿sabes? (Pausa). Anda, empújame un rato. (Él se levanta a regañadientes y empieza a mecer el columpio). No es que no me haya parado a escuchar todos tus discos de Oasis, porque sí lo he hecho, y lo sabes. Sólo que... no sé. Tal vez tú y yo no tengamos el mismo concepto de la música. Tal vez no haya nadie que entienda la música como lo haces tú o como lo hago yo. Sería bonito, ¿no crees? (Él hace el amago de contestar, pero ella le interrumpe). Sí, ya, si todos fuéramos diferentes acabaríamos siendo iguales, lo sé. Yo siempre he encontrado belleza en el silencio... ¿Qué? No me mires así, ¡sé lo que estás pensando! Pero déjame hablar, ¿vale? Siempre me han llamado la atención los susurros y los murmullos de fondo, los crujidos y el rumor del viento... los sonidos sin un motivo concreto. Aunque quizá haya un porqué detrás de cada sonido que escuchamos. Imagínate, ¡todas y cada una de las palabras dichas y por decir formando parte del guión de algún borracho! ¿Crees en el destino? (Niega). Yo tampoco, son cosas de abuelas. Seguro que pensabas que era una de esas niñas cursis a las que les encantan esas estupideces. Y bueno, no te digo que no haya soñado con ello alguna vez... Pero me resulta tan absurda la idea de que cada nota del canto de cada pájaro esté anotada en el pentagrama de un ser omnisciente... Simplemente, no me lo puedo creer.

- Y entonces, ¿en qué crees? (Le lleva el dedo índice a los labios. Silencio). 

- ¿Lo oyes? (Asiente). Es la música del mundo.

Cenizas

No intentes llenar el vacío con aire seco, amor. Sabes que no es tan fácil retenerlo en tu interior. Y menos con tus pequeñas manos,
que no consiguen atrapar las quimeras,
que no consiguen aprisionarme el alma.

No intentes suplir los suspiros con desesperadas bocanadas, amor. Sabes que no pueden engañar a tu garganta. Y menos con tus trémulos labios,
que no consiguen elevar sus comisuras,
que no consiguen torcerse en el llanto.

No intentes cambiar el cielo con tu vuelo, amor. Sabes que nunca reemplazarás a los pájaros. Y menos con tus apáticos brazos, 
que no consiguen desplegar sus alas,
que no consiguen conmover al viento.

Pero, por encima de todo, amor, no intentes creerte tus propias mentiras.
No eres mejor que las cenizas.

Resurgimiento

De nuevo presa
de esta celda que
acelera y mata los impulsos
que creía desiertos

De nuevo víctima
de esta lengua que
pretende curar heridas
que ayer abrió

De nuevo fugitiva
de estas manos que
el pecho y el esófago
oprimen, incluso inertes

De nuevo, viva
Viva
(Por ahora)

Amor ciego

Y tú no puedes ver la música.
Son sólo instrumentos
pero los demás saben su forma
y después bailan.

Y tú no puedes ver el baile.
Son sólo cuatro pasos
pero los demás se abrazan
y después se besan.

Y tú no puedes ver los besos.
Son sólo cariño
y saliva
a veces amor.

Y tú
que no puedes verlos
¿con qué soñarás esta noche?

Yamagata

Ella nunca supo de elefantes, ni conoció el amor. Y, sin embargo, sí podía sentir el deshielo en su pecho cuando pensaba en su memoria, cruel e infinita, incapaz de olvidar el dolor. Incapaz de dejar atrás los terribles recuerdos.

Me faltaba algo


Parecía que las luces querían jugar un rato. Se apagaban y encendían constantemente. Y la música estaba tan alta que te sacudía el cuerpo de arriba abajo. Me resultó curioso que no llegara a estremecer el corazón. Al menos te obligaba a bailar, a moverte, a ser algo; a fingir ser alguien.
Y cuando permanecías a oscuras la infinitud te sonreía: podías convertirte en quien más anhelaras ser.
Me sorprendió elegirme a mí misma, entre todos los posibles candidatos del mundo. Aunque no era yo del todo, había algo diferente. Era una versión menos nítida de mí, tan trasparente que casi los demás no lograban ver. Pero yo sabía que era yo.
No obstante, el resto dejó de saberlo. 
A veces traspasaban mi cuerpo con sus miembros danzarines; me atravesaban el esófago, los pulmones, las clavículas y los tobillos; y yo, hecha un ovillo en el suelo, como si fuera polvo que necesitara ser barrido, era pisada por esos monstruos que nunca aprendieron a bailar de corazón. Mi cuerpo magullado no interrumpiría su vaivén. Y no sentía nada: ni sus roces, ni sus pisadas, ni sus risas, ni su euforia. Me había convertido en uno de esos fantasmas en los que nunca creí. 
Y tras un interminable parpadeo, las luces caprichosas suspendieron su juego, dejándonos inmersos en la penumbra. Las canciones pasaban y las homogéneas sombras, satisfechas por el giro de su velada, danzaban con más vehemencia, arrinconándome en su prisión. Gateando entre cristales, huí de la muchedumbre, para encontrarme con mi turbio reflejo en un espejo bañado de vaho. Una voz de metal farfullaba, y sus palabras, entremezcladas con sus quejidos, me resultaban incompresibles. El sonido se expandía por los azulejos de las paredes, pretendiendo desgarrarme con sus gritos. Limpié el empañado cristal con mis trémulos dedos. Sin la neblina reconocí mi pelo, mis ojos, mi nariz, mi boca y mi mentón. Sí, era yo. O eso pensé hasta que miré el agujero en mi pecho. ¿Dónde estaba la música? Desde luego que allí no. 
Y por fin distinguí los sonidos de mi propia voz. 

"
¿A quién quieres engañar?" susurraba.

A mí. Quería engañarme a mí.

El espejo, hasta entonces mero espectador de mi desorden, dibujó: "¿
Ya recuerdas quién eres?"

Cuando las luces iluminaron la pista de nuevo, hacía tiempo que había seguido el camino de vuelta a la música.
Y a mí.